Capítulo 40

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Nunca hasta ahora había tenido la sensación tan fuerte de saber que no sé qué haré con mi vida. No tenemos ningún rumbo, ahora mismo no puedo hablar en primera persona, porque no sólo trata de mí, sino también de Adam, la razón por la cual me fui del internado.
En éstos instantes, Adam va conduciendo en el coche que le ha prestado su tía. Vamos por la carretera, y miro por la ventanilla cómo atravesamos el paisaje árido que apenas he visto antes. No conozco las calles, a penas sé de dónde estamos, pero supongo que lo único que importa es seguir adelante, y más cuando no tienes nada seguro.

Me esfuerzo por aparentar tranquilidad, algo que ahora mismo brilla por su ausencia, no obstante, estoy al lado de Adam y sin quererlo sonrío, a pesar de que por el momento las incertidumbres sean mucho mayores que las seguridades.

En el coche reina el más absoluto silencio, he optado por no decir nada, a veces lo mejor es permanecer en silencio. A veces es lo único que puedes y debes hacer, pero Adam habla y me abstrae de mis pensamientos.

-¿Sabes que a éstas horas ya habrán dado el aviso de que has desaparecido del internado?-Pregunta apartando la vista apenas unos instantes de la carretera.

-Espero que no nos encuentren.-Comienzo a decir no muy segura de qué quiere decirme con ello.

-Debes cambiar tu apariencia, para que no seas reconocible, es muy probable que en todos los medios aparezca tu imagen, y seguramente tus padres te estarán buscando.

-No creo que hagan eso.-Respondo aún sin hacer las paces por completo con ellos.

-Lo harán, créeme, y no sólo ellos, sino también mucha más gente, así que debemos cambiar de apariencia, si más no, tú.

Varios kilómetros después nos detenemos en la gasolinera, Adam me tiende una bolsa con algo de ropa. Aprovecho para ir al baño. Me miro en el espejo, sí, quizás deba cambiar, no sólo para ser menos reconocible sino también para mostrarme tal y como soy actualmente. Abro la bolsa que me ha entregado Adam, saco unas tijeras, sin pensarlo, me corto el pelo usando la barbilla para guiarme y cortarme el pelo un mínimo recto. No me miro demasiado en el espejo, cuando veo cómo los mechones oscuros caen y quedan tendidos por el suelo me invade una inexplicable tristeza al recordar cuando mi madre se sentaba junto a mí por las mañanas y me hacía unas impecables trenzas. Sin dejar mucho tiempo a mis pensamientos, me cambio de ropa. Me pongo una sudadera blanca con unos pantalones tejanos, normalmente usaría ropa de color oscuro, pero ahora debo ser el contrario de cómo era antes. De la bolsa también saco unas gafas de sol, a pesar de que en éste frío invierno el sol parece haber desaparecido. Observo el resultado, no soy yo, soy otra persona.

Dejo las gafas en el grifo y en un intento de aplacar todo el dolor que en el fondo siento me lavo la cara con agua fría. Vuelvo a usar las gafas y dirijo una última mirada al espejo que me devuelve la imagen de una desconocida.

Al dirigirme de nuevo al coche, Adam ya había terminado de ponerle gasolina al coche y ahora estaba apoyado en el capó. Al llegar he adivinado una ligera sonrisa, y yo pese a todo he podido sonreír, porque puede presentarse un día bajo un trasfondo gris, pero... Siempre hay alguien que te hace sonreír hasta cuando crees que no existen las sonrisas.

Al acercarme más, le beso, a veces, no es necesario el uso de palabras para decir lo que una persona piensa. En ocasiones, las palabras no son necesarias para evocar todo lo que sientes.

-Siempre serás preciosa, Zoe. A mis ojos y a los de mi corazón.-Me susurra y yo entonces siento que él es la persona que jamás había buscado pero que aún así le había encontrado y que jamás le podría dejar escapar. Que si los cuentos con finales felices no existen, siempre quedan los finales inesperados. En nuestro caso tal vez sea así.

Sombras a mi alrededorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora