Capítulo 5

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Indecisa, tras dudar algunos segundos de qué estoy haciendo, consigo bajar del coche, inspecciono el lugar en el que me encuentro con curiosidad a la vez que con asombro y un deje de temor.

Las preguntas surgen en seguida, ¿porqué todo el entorno está tan descuidado? ¿Porqué paralelamente a donde me encuentro hay un solar? 

—Bienvenida al internado Zafiro—. Dice una voz delante de mí, pero apenas me percato de ello, porque sigo inspeccionando el lugar.

Mi mirada se pierde entre las interminables habitaciones, por unos segundos imagino las historias que se guardarán tras esas paredes.
Siempre me han gustado las de miedo, así que doy rienda suelta a mi imaginación hasta que me doy cuenta de que delante de mí hay un hombre que supongo que es quien antes me ha hablado. 

—Me llamo Mateo y soy el director del internado. Eres Zoe, ¿verdad?—me limito a asentir con la cabeza, aún sin dejar de contemplar la estancia. Entonces, reparo en algo de lo que ha dicho él, ¿Internado Zafiro?

—Perdone, ¿cómo se les ocurrió llamar Zafiro a un internado?—pregunto con toda la naturalidad del mundo. 

—El zafiro es una piedra preciosa, pero del mismo modo que todas las piedras preciosas, necesita ser pulida, ¿no crees?—me dice—Precisamente, en el internado pulimos esas piedras para que puedan brillar con todo su esplendor. —Las palabras del hombre trajeado, y de facciones que parecen agradables, me provocan un rechazo instantáneo.
No soporto que me comparen con una piedra, hasta ellas brillan más que yo. Y no es cierto que puedan "limar" a las personas, las personas somos como somos, y no hay más que pensar. Creo que no nos deberían quitar nuestras señales, nuestras autenticidades, nuestra forma de ser. Tal parece, aquí, quizás se encargan de eliminar todo aquello que nos hace diferentes y únicos.  

—¿Quieres ver los alrededores?—pregunta y donde se supondría que tendría que decir que sí, le respondo que no. No me importa en absoluto que se trate del director de internado. Hablo de la misma manera indistintamente de quien sea la persona. 

—Entonces...—dice incapaz de encontrar las palabras para hablar conmigo, a pesar de todo, le comprendo.—Deberás firmar unos papeles, y te explicaré un poco como funcionamos aquí. 

No digo nada, le sigo hacia el interior del internado. Una vez detrás de las puertas, me sorprende cómo el ambiente cálido me sobrecoge, no hay rastros de humedad, y la decoración no es como lo había esperado. No hay ningún rastro lúgubre en la casa, por cuyos ventanales se filtran todos y cada uno de los rayos de sol. Mateo me observa, tal vez mi aspecto no sea el que más ha visto aquí. Quizás ahora quieran cambiarme también físicamente, acorde con la dinámica del zafiro, pero... No lo permitiré. Soy como soy. 

Vamos dejando atrás pasillos. Hay poca gente, me pregunto dónde estará todo el mundo. Él como si leyera mi mente me dice que están en el colegio. Para mis adentros no lo entiendo, ¿no es suficiente obligación el estar en el internado que a parte debes ir al colegio? Cuando le pregunto, me responde que nadie puede abandonar sus estudios, y teniendo en cuenta que la mayoría de personas que hay aquí no tienen los dieciocho, los estudios continúan siendo obligatorios.  

Las pocas personas que hay, se me quedan mirando fijamente. Como inspecciónandome, pero a mí me parece que más bien me juzgan. Eso es, me juzgan por mi aspecto, y no hay nada que menos me guste.

Nos detenemos delante de una puerta en la que hay un cartel con letras doradas en el que se lee 'Director'. Abre la puerta y me cede el paso, sin que lo diga tomo asiento, y me fijo en que encima del escritorio, hay un fajo de papeles perfectamente ordenados. Toma asiento delante de mí, y me entrega el fajo que está encima de todo. Lo miro por encima, paso las hojas al azar entre interminables letras y páginas. 

Sombras a mi alrededorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora