Capítulo 3

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Ha amanecido el día más allá de mi pequeña habitación. Entre estas cuatro paredes, todo está oscuro, sobretodo mi alma. Hace días que he dejado de hablar, de comunicarme con las personas. Ahora, sólo respondo con síes y noes, las demás palabras, sobran para expresar lo que necesito decir. 

Y todo porque sé que mi vida está perdida. El rumbo de mi vida está desorientado, no sé qué dirección seguir, pero si las pautas del destino de todo el mundo, ya están marcadas debo presuponer que las mías también lo están.

No sirve de nada, sonreír al espejo, si ves que se nubla tu alrededor, si ves que se oscurece tu semblante, y que tu sonrisa no tiene magia. Esa magia que tienen algunas sonrisas que no tiene precio..., las mías ya no tienen emoción, están exentas de vida, al igual que yo.

Mientras tanto voy mirando hacia el calendario, cómo los días pasan, y sé que ha llegado la hora de empezar a hacer las maletas porque me voy al internado.

Mañana es el inicio de mi vida en un internado, y a la vez es el fin de la vida cómo la conocía hasta entonces.

Nada más despertar, me he dirigido hacia el armario, no me importa verdaderamente llevarme algo conmigo, allí dónde esté no voy a necesitar ni la mitad de la ropa que ahora tengo.

Los días pasarán, algún día habré olvidado todo lo material que tenía y solo quedarán en mí, los recuerdos.

Algún día... Quiero creer que seré otra persona. Mientras, me esfuerzo por cambiar a un ritmo muy lento, casi imperceptible, pero al fin y al cabo, voy intentando mejorar día tras día a pesar de no conseguir los objetivos que pretendo. 

Cuando pienso que quieren alejarme en cuerpo y alma, siento que lo único que debo hacer es coger la maleta e irme.
Lanzo la maleta sobre la cama, escucho que cae al suelo pero no me giro, avanzo con pasos cortos hasta el armario, saco algunas prendas de ropa al azar, pantalones de chandal, tejanos, camisetas de manga larga y corta... 

Me detengo cuando veo a mi madre en el umbral de la puerta, con una expresión en su rostro que no podría describir. No sé si está pensativa, o si simplemente piensa en su acción de enviarme al internado. Sea lo que sea que esté pensando, ahora ya es tarde para los arrepentimientos.

Sigue mirándome en mis idas y venidas hacia el armario, y me detengo para hablarle, pero no encuentro palabras.

—¿Cómo te sientes, respecto de todo esto?—desde hace mucho tiempo, me pregunta por cómo me siento, la cuestión me pilla desprevenida, así que me quedo unos instantes quieta, con una sudadera sobre mis brazos, sin saber qué responder.

—No lo sé—.Me limito a responder y continúo recogiendo las maletas. 

—¿No lo sabes?—me mira y se sienta en mi cama. 

—Mamá, pocas veces me paro a pensar lo que siento—digo—No sé qué esperabas que te respondiera. 

—¿No crees que sería un buen momento para pensar aunque sólo fuera por unos minutos sobre cómo estás?—insiste. 

—Jamás he sido una persona emocional—digo sin más—no empezaré a serlo ahora. 

—Está bien—dice dándose por vencida—sólo lo preguntaba porque no estoy segura acerca de tus reacciones sobre irte mañana. Aunque no nos creas, no ha sido una solución fácil en absoluto. 

—Después de todo, creo que podré con ello—me giro de espaldas para que no vea el desagrado pintado en mi rostro, y meto en una bolsa los primeros zapatos de deporte que encuentro. —De todas formas no me pedisteis opinión. Sé que no soy la persona más expresiva del mundo, pero eso no excluye que de vez en cuando queráis saber cómo estoy. 

Sombras a mi alrededorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora