Capítulo 35

402 23 3
                                    

Cuando a la mañana siguiente despierto, me olvido por completo de que es domingo y mi día comienza como si fuera un día normal. Sólo cuando salgo al pasillo y me encuentro con el más absoluto silencio me doy cuenta de que aún estamos a fin de semana, y de que hoy no tengo que ir a clase.

Me es imposible dejar de pensar en las palabras de mi madre, cuando dijo que se divorciaban sentí algún impacto contra la realidad. Me parece que vivimos pensando en que todo es ideal, sin embargo, a menudo no es así. Pensamos que al encontrar a una persona a la que amemos, será esa la persona con quien compartamos el resto de nuestra vida. Creemos que para siempre será la primera persona que veamos al despertarnos, y al dormir, y nos olvidamos de la realidad. Porque nos hundimos en fantasías que nos dicen que los finales eternos existen.

En éstos momentos, no sé si esos finales felices existen, o si sólo son mera ficción, pero sea lo que sea, en el caso de mis padres no ha habido ningún final.
Un pensamiento fugaz cruza mi mente, Adam. Es increíble cómo desde que supe que había venido a por mí me ha sido imposible dejar de pensar en él, de hecho, antes ya pensaba en él, ya formaba parte de mi vida, desde que le conocí. Me hubiera gustado poder haber estado mucho más tiempo a su lado, y que nunca nos hubieran separado, y menos aún que Mateo se hubiese interpuesto entre nosotros.

Puedo imaginarle por egocéntrico que parezca, pensando en mí, en una posible huida. Y sólo cuando recreo la escena que por el momento sólo tiene cabida en mi mente, sonrío.

Y cuando creo que él se habrá olvidado de mí, releo sus cartas que a éstas alturas ya no sé cuántas veces las he leído, y éso me da fuerzas para creer en él. También miro hacia la pulsera de color rojo que llevo sujetada con fuerza en mi muñeca izquierda. Es como un chip, como si me rastrearan, como si fuera una presa, ésta sensación la he vivido demasiadas veces desde que estoy aquí.

Justo cuando me dirijo hacia la biblioteca, una de las revisoras me detiene, no presto mucha atención cuando me dice que mis padres han llamado, ya sé que quieren hablar conmigo, pero no están respetando mi forma de pensar cuando dije que quería estar sola, y poder pensar un poco en ello.

-Tus padres han llamado muchas veces... No sólo hoy, en los demás días.-Sigue insistiendo la revisora, es extraño cómo a fecha de hoy, aún no me he aprendido los nombres de las revisoras, o de los guardas, simplemente creo que es una pérdida de tiempo hablar con las personas que me mantienen encarcelada.

-Ya he dicho que no quiero hablar con ellos, ¿De acuerdo? Creo que no hay nada más que decir.-Me giro dando por finalizada la conversación. Entonces, comienzo a sentir ésa sensación de opresión, esa sensación que ocurre justo antes de que vuelva a sentir la rabia a través de mis venas. Esa inexplicable frustración que siento contra mí misma y el mundo. Y en aquel momento, en el que me alejo rápidamente hacia la biblioteca, intentando encontrar mi refugio, me topo con la chica esa, con la chica que no sé ni su nombre, pero ella sí que sabe mi nombre, de hecho, no estoy pasando desapercibida en el internado.

-¡Zoe! ¿Va todo bien?-Pregunta con una falsa calma y simpatía que detesto, por el brillo cínico en sus ojos, ¿Porqué no me deja tranquila? Si en vez de eso, viene a fastidiarme, sabe que puedo hacerle daño, lo que ocurre es que por mi propio bien me abstengo de cometer más estupideces de las que ya he hecho.

-Todo estupendo, y si no te importa me voy.-Digo ignorándola por completo, ella parece que también se va en dirección contraria cuando de repente dice en un susurro que en medio del pasillo sólo puedo escuchar yo: -Siento que tus padres se hayan divorciado, ahora tu vida aún es más desgraciada.

-¿Cómo lo sabes?-Pregunto frustrando mis planes de evitarla.

-Aquí se sabe todo, y saliendo de tu habitación aún más. -Dice con una sonrisa que me crispa los nervios. Odio su tono de voz, la odio, simplemente. Pocas personas causan ése efecto en mí, no obstante, desde que llegué aquí, todo es diferente, ya no veo a las personas del mismo modo, y ella ha sido alguien que desde el primer momento en que la vi ya nos mostramos la bandera negra.

Sombras a mi alrededorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora