-Bien, supongo que fue algo que no pudiste evitar.-Sonrió a modo de respuesta, una sonrisa ampliamente atractiva que hizo refulgir sus electrizantes ojos. Mi subconsciente gritó una ordinarez que mi conciencia consolido, por fin un tío bueno a mano.

-Soy Electro, aunque antes me llamaba Kevin.

-Jazz, aunque antes me llamaban florecilla, pero no te lo recomiendo. -Estreché su mano, que literalmente echó chispas y soltó una risilla algo forzada. Demasiado formal para mi gusto.

-No eres un elemento. -No era una pregunta, así que simplemente le mantuve la mirada. Me miró frunciendo una ceja pensativo mientras en un acto completamente inconsciente se rascaba la barbilla. -¿Qué eres? -No me pasó por alto que se refiriera a mí como "qué", algo que no me agradó en absoluto.

-Una joven de diecinueve años que se aburre con facilidad. -Él sonrió amargamente ante mi descaro. Podía leer su expresión sin esfuerzo, seguramente sus esclavizadas neuronas esbozaban una imagen de mi perfil como la princesita de la casa con su último aliento.

-Aja.

-¿De dónde eres?

-De Italia. -Aquello llamó mi atención, otra cultura, viajar... pizza.

-¿Es tan bonito como lo pintan? -Se encogió de hombros restándole importancia, aquello me desagradó.

-Si te refieres a los paseos en Vespa por la Toscana al atardecer, la pizza y las tortugas ninjas, y más clichés como esos... si, está sobrevalorado, lo único que quería era encontrar un lugar donde encajar, con más elementos como yo, nunca me sentí acogido. -Me cabreó, dejé de prestarle atención. Yo solo quería viajar, experimentar y conocer mundo. Asentí desentendiéndome del tema. -Tú en cambio has tenido mucha suerte de crecer en la cuna de los elementos.

-Sí, soy una mujer muy afortunada. -Intenté que no se notara mi toque ácido mientras vislumbraba por encima de su hombro el camino de regreso a casa. -Voy a seguir practicando mi tiro, así que... hasta luego. -Me despedí con la mano mientras aligeraba el paso hacia mi santuario, mi habitación. Si ya no podía tener intimidad en el jardín no tenía ningún lugar donde esconderme, al menos la música calmaría un poco mi monstruo interno.

Después de dos horas con la guitarra ya solo quedaba darle la pincelada final a la escurridiza melodía que llevaba días rondándome la cabeza. Escuché la maqueta final, mis dedos rasgando las cuerdas mientras las notas bañaban mis tímpanos y los del resto de la casa, aunque no voluntariamente, una sensación única.

-Bien. -Dejé la guitarra cuidadosamente sobre el apoyo, me alejé dos pasos, cogí mi almohada comencé a golpear todo cuanto estaba a mi alrededor (que no fuera mi preciada guitarra), cuando el aire comenzaba a escasear en mis pulmones me senté en el suelo con la espalda apoyada en el armario e intenté recuperar el aliento acompasando mi respiración. La melodía se me antojaba amarga y superflua, como todo lo que me rodeaba. Cogí mis auriculares de última tecnología, los acerqué a mi oreja y se amoldaron como una segunda piel en la abertura de mi oído, los conecté a mi móvil-pulsera y puse algo de música clásica, en estos amargos momentos me sentía identificada con Bach, las notas me hacían sentir menos sola y algo comprendida. Cambié mi lista de reproducción, me apetecía algo de Grunge para dar rienda suelta a mi frustración, Nirvana bombeó fuerte en mi cabeza, me deslicé completamente hasta quedar totalmente tumbada en el suelo con los brazos extendidos, rodeada de lo que alguien podría concebir como el cuarto de alguien con el síndrome de Diógenes, suspiré más relajada al comprobar la entropía de mi habitación, gobernada por un monumental desorden que no seguía un patrón de orden. Mi esencia materna se sentía orgullosa, pero en cuanto el frio reinara en mis venas sabía que sentiría la urgente necesidad de volverlo a ordenar todo.

Pasaron días sin noticias de Arette pero mi orgullo se negaba a creer que me habían podido rechazar. Estaba sentada en el sofá del salón junto con Leila, Gabriel y Electro viendo una película de Tim Burton, todas sus películas me llegaban hasta la médula, esta en concreto era la del jinete sin cabeza.

-Que sanguinario. -Gimió Gabi mientras cogía un puñado de palomitas que descansaban en mi regazo.

-Eso es que no has visto a Tarantino. -Apenas fue entendible mi afirmación debido a la insalubre cantidad de palomitas que intentaba hacer pasar por mi esófago. Laila asintió a mi lado embobada por la película, ambas compartíamos nuestro afán por Tim Burton. -El jinete sin cabeza es mi segundo superhéroe favorito junto a Batman, pero solo el que representa Christian Bayle.

-El jinete sin cabeza es el villano, no el héroe. -Gruñó Electro.

-Eso es porque no entiendes el concepto de la película. -Me burlé.

-Ajá. -Me apoyo Leila.

-Tenéis una mente realmente retorcida.-Electro bufó.

-Ajá.-Respondimos Laila y yo sin despegar la vista de la película mientras nos metíamos un gran puñado de palomitas en la boca. Electro pareció resignarse a la imposibilidad de sacar nada bueno de aquello y se unió al silencio colectivo.

Los días pasaban sin sobresaltos, intentando apaciguarme en la espesa rutina, hasta que finalmente ocurrió, la respuesta llegó.

Acaricié el sobre de papel con mis dedos, conté mentalmente hasta tres, rasqué su inmaculada superficie y saqué la carta. Aunque pareciera extraño, las cartas se seguían llevando, aunque los avances tecnológicos hubieran acabado con casi todas las herramientas de papel.

Estimada Jazzeling Harper ....(taratarataa, pasé de largo hasta encontrar lo que realmente me interesaba), nos congratula comunicarle que ha sido aceptada en nuestra prestigiosa academia...

Una sonrisa de suficiencia se coló en mi rostro, pero apenas pude disfrutar de mi logro cuando un pensamiento cruzó mi mente, ¿cómo se lo cuento a mis padres?

Caos (2# Incandescente) #PGP2016 #STA2016 #Wattys2016 #TBAwards #PRAwardsWhere stories live. Discover now