Capítulo Ocho.

147 7 1
                                    


Hola—dijo Calipso al tiempo que le daba un abrazo y un beso en la mejilla a Leander en forma de saludo, mientras que el Leo correspondía de la misma manera—¿Te costó llegar? —El león negó con una sonrisa en los labios admirando a la chica cabra que tenía en frente, al darse cuenta de esto Calipso, se sonrojó un poco. Pero solo un poco, no como cuando Perla la miraba, Perla era especial porque causaba sensaciones en ella que nadie más causaba. En fin. Sensaciones especiales; la pequeña cabrita se encontró pensando en su pececita, y trató de alejarla de su mente pero, es que el abrazo con Leander no había sido igual "Ya deja de pensar en ella" se dijo a sí misma.

Calipso—la llamo Leander, al parecer se había sumido pensando en su pequeña piscis, su perlita.- ¿Nos vamos? La chica asintió, se despidió de su mejor amiga y salió por la puerta.


***


A ver... ¿Entonces no crees que los dioses Orión y Andrómeda no existen?—Preguntó la cabra con un tono de incredulidad, a lo cual el Leo asintió.

O sea, dudar y no creer son cosas diferentes, pero digo que ellos no han dado pruebas contundentes de su existencia—dijo el chico con un aire de suficiencia que molesto un poco a la chica cabra. Pero, ella lo sacaría de quicio más rápido a él.

Yo creo que solo lo haces para llamar la atención—dijo ella con aburrimiento fingido en la voz ya que por dentro se estaba volviendo loca al ver como el ego del Leo se iba volviendo mínimo con cada minuto que pasaba en la conversación y ella se sentía superior, como si pudiese jugar con el cómo quisiera, y podía pero no lo haría porque eso lo volvería menos atractivo a sus ojos y aun seguiría mandando Perla en su corazón y ella pues, ya que la chica pez no la veía más que como una amiga, necesitaba superar. ¿Estaba mal eso? ¿Estaba usando a Leander? Y como capricorniana que se respeta sabía que lo usaba pero siguió adelante.

—¿Y tú en que crees? Odiosa cabra—dijo Leander volviendo a tomar el control.

Creo en los Dioses Andrómeda y Orión, en lo personal prefiero a Andrómeda—comenzó la cabra revolviendo con una cuchara su merengada de galleta—Ella es la feminidad, la fuerza del amor, Leander, y eso me encanta. Ella es la fertilidad y el deseo carnal, es la libertad— y dicho esto sus ojos se iluminaron y Leander supo que tenía que tener a esa cabrita, que tenía que hacerla suya.

Parece usted señorita una entusiasta de todas las cosas que nombro— pronunció cortésmente el Leo. Y ella sonrió ante su cortesía, eso le encantaba de él, eso le daba un aire de caballero que combinado con su físico y su voz hacía un coctel poderosamente atrayente.

Quisiera decir que la chica pez apareció para frustrar la cita del León y la Cabra. Y sé que a ustedes les encantaría esto, quisiera decir que Calipso se cansó de él, y que en el mes siguiente Perla se armó de valor para decirle sus sentimientos a la cabrita. Pero esto... Simplemente no paso, porque el amor nunca funciona como crees que debería hacerlo. Quisiera decir que la Capri, no aceptó la propuesta del gran león luego de un mes exacto de ser amigos cercanos. Pero, eso no paso.

***


—¿Te lo comiste?—pregunto la cabra exasperada- ¡Leander era mi muffin!—Y el Leo la beso, la beso muy fuertemente y aunque habían pasados dos meses de noviazgo la Capri aún no se acostumbraba a besar a Leander, tal vez no le gustaba del todo, tal vez jamás le había gustado Leander tal vez siempre le tocaría usarlo.

Ahí tienes tu Muffin—dijo el leo tratando de sonar sexy, tratando de incitar a Calipso, y es lo que había tratado de hacer por dos semanas, Leander iba a una velocidad de vértigo y aunque su cuerpo fuera perfecto Calipso no se podía concebir entregándose a él.


***


En una cafetería en Orión, de nombre irrelevante Talía conversaba con Perla para tratar de distraerla, últimamente la pececita se sentía tan celosa y tan vacía, necesitaba a su amiga. No, en realidad necesitaba a su cuernitos a su lado, no con aquel idiota que solo quería meterse en las bragas de ella.

—¿Qué voy a hacer Talía?—dijo la chica viendo su café—Ella es tan especial para mí, la quiero.

—¡PERLA! no estés así—gritó la chica toro por enésima vez—¿Sabes que deberías hacer? Tratar de darles celos. Así te darás cuenta de que aun piensa en ti.

—¿Cómo va a pensar en mí? ¿No la ves? Es feliz.—dijo con la voz casi llorosa.

Se nota que yo la conocí primero— comenzó Talía—ELLA no se sonroja como se sonroja contigo, ELLA ya no sonríe como sonreía como cuando estaba contigo, ella ya no es feliz como cuando tú estabas más cerca.

—¿Cómo lo sabes?—preguntó la pececita.

—A parte de ti, ella es mi mejor amiga.

Y así la chica pez se sintió con un poco más de esperanza, como un poco más de alivio y por primera vez en dos meses sonrió sinceramente. Sonrió porque Calipso jamás sería feliz con él, sonrió porque Calipso la quería, sonrió porque Calipso entendía sus sentimientos.

Voy a darle celos, voy a recuperar a mi cuernitos—sentenció la chica pez, secando sus lágrimas con parsimonia —ella Talía, va a ser mía.

"Ahí está la verdadera Perla" pensó la chica toro, que sintió por primera vez en tres meses que las cosas volvían a ser normales, porque aunque Calipso dijera que estaba feliz en su voz y en su mirada se presenciaban otras cosas. Ella no era feliz como cuando hablaba la chica pez y escuchar como su amiga se prometía a sí misma, la tranquilizaba. Sabía que no era una promesa vacía, sabía que no era uno más de sus intentos fallidos, Talía sabía bien que, esta vez su amiga lograría lo que tanto quería, tendría a Calipso.

Diarios Zodiacales. [EN EDICIÓN]On viuen les histories. Descobreix ara