Capitulo Veintisiete.

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Caminaron silenciosamente, sin prisa pero sin pausa en dirección a la plaza siendo guiados por Valkiria, esquivaban cada sonido que no fuera el de sus pisadas evitando en lo posible de no volverse a encontrar con un guardia, y era fácil reconocerlos a la distancia porque los escorpiones solían estar cantando canciones de la guerra que jamás conocieron.

Altlan y Talia iban sumidos en una cavilación que parecía ser común tratando de entender qué diablos había pasado hace unos veinte minutos y ninguno llegaba a una repuesta concreta.

Tanto la tora como el acuariano habían escuchado las historias sobre la magia, habían leído los cuentos y escuchado las leyendas junto al fuego. Aquellas leyendas hablaban de tiempos míticos en los que Zodiaco era un mundo joven y doce signos igual, donde los capricornio podían mover la tierra y doblarla a su voluntad, ninguno de los dos lograba recordar exactamente que decían las historias sobre los acuarianos pero estaban seguros de que aquello no podía ser cierto.

Ellos querían ser escépticos pero, ¿¡Cómo!? Había una jodida testigo de por medio; bueno, había quedado inconsciente, pero, ¿¡Qué más prueba de ello!?

Altlan sacudió la cabeza alejando los pensamientos sin darse cuenta de que Talia había hecho lo mismo.

-Cuidado.-Susurró Valkiria al tiempo que detenía el paso haciendo que el resto del grupo se detuviera en seco.

Acababan de llegar a la plaza central, y si, la torre de centinelas era como lo habían imaginado, incluso más alta ahora entendía el miedo de la hija de Virgo al hablar de aquella estructura por primera vez.

Llegaron a una callejuela que daba de bruces a la plaza como llegando al centro del laberinto que era aquel pueblo, estarían al descubierto si caminaban en dirección de la torre para atravesar la adoquinada plaza, de hecho, allí en la penumbra Valikiria se sintió descubierta por lo cual flexiono las alas para parecer más pequeña, la verdad es que su esbelto cuerpo no cubría en lo absoluto las alas pero nadie iba a decírselo, todos estaban atemorizados igual que ella.

-¿Qué hacemos-Preguntó Perla tomando la mano de su novia que se hallaba justo detrás de ella cerrando el paso.

Ese gesto reconforto a la pequeña capricorniana que suspiró ante aquel gesto de amor, aun en los momentos de crisis eran suyas.

-Realmente...- Comenzó la hija de virgo volviéndose hacía el grupo-creo que no debería tomarnos demasiado tiempo rodearla.

-No.- Cuernos no estaba para nada convencida.-Podríamos encontrarnos guardias rezagados.

Calipso se separó de Perla y se colocó a la cabeza de la fila, comenzaba a ser consciente del liderato que estaba tomando y sintió por primera vez el peso de la responsabilidad sobre sus hombros, mientras veía a los últimos escorpiones hacer la cuenta y ordenarse para subir a los terradeslizantes comprendió que ellos habían confiado en ella para guiarlos y debía sacarlos de ahí al costo que fuese.

Se giró para contemplarlos y se preguntó por qué no simplemente regresaban y les evitaba todas las amenazas de muerte que conllevaba esta vez su hobby, ¿Por qué no simplemente se iban a casa?

Y entonces Calipso fue consciente de la necesidad de avanzar que se había apoderado de todos y cada uno de los presentes, lo comprendió en el silencio de su hermano, en la forma en que Perla había tomado su mano para dejarle claro que estaba ahí, la forma en que Aria jamás propuso regresar desde que las cosas se habían puesto tensas-Y eso era mucho decir, ya que a veces aquella chica era la más racional de todos en aquel grupo particular- lo entendió en Talia que no se había quejado ni una sola vez y lo entendió en Valkiria que aunque era una recién llegada parecía ser una vocera del destino que había aparecido para guiarlos en aquel designio cósmico que debían cumplir, para llevarlos a quien sabe dónde debían llegar.

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