Capítulo 16: Teoría de la Autodestrucción (Parte 2)

Magsimula sa umpisa
                                    

Bajo las escaleras en tiempo record, quería asesorarme acerca del estado de Anthony. El doctor lo atendió mientras yo usaba el baño de huéspedes, así que no sabía que le había recetado.

Paso atravesando la sala familiar para llegar a la cocina, justo en la entrada un sujeto de traje muy elegante me observa con cierta suspicacia, sujeta un vaso de cristal llevándose a los labios.

-Eres... Jensen ¿cierto?- entrecierra los ojos recordando mi rostros, le da otro sorbo al líquido y sonríe.- eres el mejor amigo del pintor...

-¿Nos conocemos?

-He reunido todas las piezas de la vida del último pintor.- expresa y coloca el vaso en el desayunador.- Soy el señor Burdet.

-Déjeme adivinar...- señalo llevando mis dedeos hasta la mandíbula.- es el abogado del diablo, ¡Cierto!

-Trabajamos para diferentes demonios.- vocifera.- ese es tu papel, el amigo del demonio.- agudiza.

-No tengo tiempo para esto.- respondo y sigo mi camino hacia el sótano, donde Annie menciono que estaría Anthony, el señor como espejo sigue mis pasos. Me freno de golpe y este me tantea con la mirada.- ¿Le importa?- rugo y este alza una ceja.

-Al parecer no estas enterado.- bromea.- El pintor abrirá la caja en este preciso momento.

No espero una segunda palabra de Burdet, corro tan rápido como mis pies lo permiten, ¿Acaso Anthony está loco? Ni siquiera teníamos un plan de apoyo, no tuve oportunidad de hablar con Derek sobre qué pasaría si su madre intentara hacer lo mismo que a los otros pintores.

-Jensen, ¡despacio!- me detiene la castaña antes de estamparme contra la pared, intento inhalar aire por la boca para recobrar el aliento.

-Annie.- jadeo.- ¿Dónde está?

El susodicho aparece con una sonrisa dibujada en sus labios, no parecía ser alguien que iba a morir si fallaba, su rostro mostraba calma. Quizás Elizabeth tenía razón; con la teoría de la autodestrucción, Anthony no quería seguir peleando, no le importaba morir.

-Tranquilo.- siseo avanzando hasta el pasillo que llevaba a la habitación de la caja.

-Anthony... ¡detente!- chillo sujetándolo del brazo.

-Estoy bien.- resopla sin inmutarse a mi agarre.

Lo suelto dejando caer todo el peso de mis hombros. Fulmino a Derek con la mirada y este se encoge de hombros.

-"Maldito mentiroso"- pienso y la quemazón en mi garganta crece. Elizabeth tenía razón y la traicione por esperar que este actuara.

La tranquera de la habitación se abre, trago sabia ignorando el ardor. No sabía que esperar, el cuarto donde encerraron a Anthony la primera vez era de suelo de tierra, y con una puerta que aparenta una celda.

-Avancen.- ordena Ivana a mis espaldas, ni siquiera me había percatado de su presencia. La miro por el rabillo de ojo, y ella como siempre estaba demasiado elegante.

-Escucharon a la señora Judd.- alardea el abogado al ver que ninguno avanzaba.

Trago una boconada de aire y avanzo.

Los pasos de Derek, y los del pintor se adentran primero. La lámpara del cuarto se enciende y muestra un lugar muy diferente al que mi cerebro reflexiono.

-"¿Pero qué Diablos?"- mascullo entre dientes.

El lugar era enorme, casi como una habitación normal, sus podía jurar que solo era un espejismo, pero sus medidas eran otras, quizás de cinco metros por seis metros. En las paredes laterales había cuadros que adornaban el lugar, pude reconocer uno de ellos, era un atardecer con la firma de Anthony. Los muebles de color rojo vino decoraban el suelo de cerámica blanca, en el cielo falso las decoraciones victoriana prevalecían, todo parecía tan irreal que nadie aseguraría que nos encontrábamos bajo aquella mansión marquesina.

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