Capítulo 3: El Secuestro

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El Secuestro

****Sueño o recuerdo******

"El dolor que sientes que comprime tu pecho, ese es el poder de la verdad... No trates de luchar, solo confiesa tus pecados, y esta verdad te hará libre".

Mis pasos son lentos, aun recordaba ese verso acerca de la verdad que mencionaba mi madre, ella siempre se tornó muy religiosa.

-Puedes hacerlo, Anthony.- me repito, una y otra vez desde que entre a la iglesia. Sabía que el padre Ricardo me esperaba en el interior del confesionario.

Ha pasado un año desde la muerte de mi madre, las cosas han marchado bien para mi familia, pero según la directora algo malo pasaba con migo. Fue ella quien ordeno hacer esta confesión.

Me siento en la butaca, y espero que el comience.

-Anthony, ¿Estas bien?- duda el sacerdote, y su voz penetra mis oídos.

-Perdóneme padre, porque he pecado.- repito la frase que escuche en una película.- ha pasado mucho tiempo desde mi última confesión.

-Anthony, solo quiero que me digas si todo está en orden.- arrulla y su voz me consuela.

-Pase un mal año, pero mi familia me está apoyando a seguir con mi vida.- mi pecho comienza arder.

-Anthony, solo eres un niño.- expone.- no te puedes guardar todo.- mi esternón se comprime, y suelto un quejido.- ¿Que has hecho este año?

-Quiere... quiere ver mis dibujos.- suspiro, y el dolor disminuye.

-Los dibujos, me contaran tu historia.- cuestiona. Y siento como mi frente perlaba el sudor.

-No.- me costaba respirar.- Mis dibujos solo le muestran mis caprichos.- trato de sonreír.

-¿Cómo te llevas con tu padre?

-Podría decirme cual es mi penitencia.- aulló.- ya tengo que irme.

-¿Sabes algo de Jeremy?- responde con otra pregunta, y su voz era acusadora.

-NO.- mi negativa lo tomó por sorpresa.

-Anthony...

-Estoy bien.- interrumpo.- no sé nada de ese chico, y mi relación con mi padre es como cualquiera... ¡Ahora ya me puedo ir!

-Está bien, hijo mío.- coincide.- recuerda que puedes hablar con migo cuando quieras.

-Mi penitencia.-indago.

-Tienes que rezar...

Lo dejo con la palabra en la boca, saliendo de golpe. Mi pecho quemaba, y mi garganta ardía. Ese era el dolor que hablaba mi madre...

Apretó los dientes al sentir el dolor incorporarse en mi brazo, mi padre sonríe amablemente y me observa con recelo.

-¿Le mentiste al cura?- su voz ronca me causa escalofríos.

-¿Dónde está?- Suelto frunciendo el cejo. Me coloca la jeringa en las manos, y mi sonrisa se despliega por si sola.

-¿Le mentiste al cura?- repite su pregunta.

-Acaso no era ese el plan.- respondo, él suelta mi brazo; y me abraza por encima de mis hombros. Un rugido en mis dientes se incorpora, y ahora sé cómo el dolor va a desaparecer...

Abro los ojos de golpe, y el olor a detergente entra por mis aletas olfativas. Observo mi escenario; me encontraba en una camilla con una manta color verde, la tenuente luz blanca cegaba mi vista. ¿Dónde estoy? ¿Qué pasó?

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