Capítulo treinta y dos: Doppelgänger

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Este sensual capítulo bendecido por la sombra esta dedicado a Oam22. Linda, muchísimas gracias por tus votos y comentarios espero que te guste c;

«Traidora» - Gritaban voces inhumanas dentro de mi cabeza. Era una palabra que resonaba una y otra vez sin motivo aparente, y la escuchaba salir de miles de bocas al mismo tiempo.

Una brillante luz me cegó. No podía moverme. Mis piernas no me respondían, y mis labios no querían articular palabra. La luz se apartó y pude ver lo que había frente a mi; tantas personas como en un estadio de fútbol. Vestían largas túnicas que cubrían sus pies, sombreros altos y puntiagudos se posaban sobre sus cabezas. Pude distinguir las expresiones de ferocidad he ira en su rostro. Gritaban insultos y agitaban los brazos haciendo ademán de tomarme.

Volví a moverme pero un dolor agudo me detuvo. Estaba atada con unas cadenas de un material tan negro como el carbón. Entre mas intentaba desprenderme de ellas, más se adherían a mi carne.

El pánico se apoderó de mi ¿Quienes son estas personas? ¿Que van a hacer conmigo?

-¡Suéltenme!-chillé a todo pulmón agitando los brazos con rabia. No se porque pero me siento enfadada, es una sensación que oprime mi pecho y me revuelve las entrañas haciéndome querer vomitar.

De pronto todos callaron. Era un silencio tan profundo que podía escuchar el latido constante de mi corazón.

Una huesuda y fría mano con largas uñas carmesí tomaron mi mentón obligándome a encarar a una figura cubierta por un velo negro que ocultaba su rostro, a excepción de los labios azules que sonreían con gesto siniestro.

-Tú te lo buscaste.-ronroneó su voz aterciopelada.-Traidora a tu naturaleza, traidora a la sangre y traidora a la hermandad.

-Traidora a tu naturaleza. Traidora a la sangre. Traidora a la hermandad .-repetía el público a coro una y otra vez.

Traidora a tu naturaleza. Traidora a la sangre. Traidora a la hermandad...

-Lana, abre los ojos.-susurró. Podía sentir un aliento cálido contra mi piel desnuda. Sus labios carnosos rozaban mi oreja haciéndome estremecer.

Me incorporé con lentitud. Alec estaba parado junto a la cama con los brazos cruzados igual que un portero de discoteca. El cabello castaño desarreglado le caía sobre la frente como un montón de hojas otoñales bajo un tronco seco.

-Mal sueño.-asegura como si supiera de que se trataba.

-¿Que sabes tú?-lo reté levantando una ceja. No sabia si mi gesto se podía apreciar en la oscuridad del cuarto tenuemente iluminado por la luz de la luna que se filtra por la ventana.

Encogiéndose de hombros, se abrió paso y se desplomó en la cama haciéndome rebotar junto a él.

-Bueno estabas temblando y te retorcías como un gusano.-la seriedad había desaparecido de su rostro y ahora estaba sonriendo.

-¿Qué quieres?-subí la cobija hasta mi mentón consciente de la poca ropa que traía. Resultó ser que la pijama no me llegaba a las rodillas sino a los muslos. Al parecer crecí mucho en dos años. Era mas ajustada y dejaba expuesta gran parte de mi piel.

Las joyas del tiempoWhere stories live. Discover now