Capítulo 1: La boca del lobo

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La música resonaba a través de las paredes. El humo y las luces de colores desorientaban mi vista, cuerpos sudorosos se movían en posiciones extrañas pretendiendo bailar y yo estoy entre ellos, moviendo mis caderas al ritmo de la canción con las manos arriba y mi melena negra haciéndome cosquillas por debajo de los hombros. Los efectos del alcohol ya estaban surgiendo en mi organismo, las mejillas se sienten calientes y creo que estaba comenzando a ver doble el piso pero continué bailando y brincando en mis altos tacones.

Peter se me acercó con dos caballitos de tequila, pasó su ancho codo por debajo del mío cruzando los brazos de una manera que le permitía darme la bebida a mi y yo a él. Era divertido salir de fiesta luego de tantas noches viendo películas viejas y memorizando los diálogos.

- ¡Al fondo! - gritamos por encima de la música al unísono y bebimos haciendo una mueca al pasarnos el líquido. Refrescaba mi garganta, luego de cuatro vasitos había perdido la áspera sensación del líquido.

Mi amigo me tomó de la mano y me bajó de la pista hacia nuestra mesa favorita. Venimos aquí siempre que yo saco sobresalientes y él pasa el examen. "La boca del lobo" es la mejor discoteca de la cuidad, el sueño de todo adolescente para conseguir cualquier cosa, desde citas con extraños hasta productos ilegales en la mayor parte del país.

- ¿Qué tal si vamos por unas hamburguesas para la cruda?- dijo Pet tomándose un vaso de un solo sorbo, la manzana de Adán se movía con rapidez y el liquido le escurría por la barbilla. Ese chico bebe igual camello pero a mí no me deja, dice que soy poco tolerante y que no debo beber alcohol muy seguido. Esta ocasión lo amerita, pasó con ocho su examen de historia.

-  Aun no estamos crudos- repliqué mirando que mi vaso había sido remplazado por gaseosa de cereza, mentecato...

- Ahora no, mañana.- murmuró mientras saqueaba los bolsillo de su pantalón. Sacó una caja rectangular y me tendió una pequeña pastilla de color blanca.- Tomate esto.

Lo primero que se me vino a la mente fueron éxtasis.

Al ver mi cara de consternación pet frunció gravemente en entrecejo.

- ¡Es una aspirina! - recalcó indignado por mi aparente desconfianza - ¿De verdad creíste que YO te daría drogas?

- Ya entendí ¿para que la pastilla?

Me miró esbozando una mueca divertida cargada de sarcasmo. Su cara brillaba de unos tonos verde y rosado por las luces que parpadeaban encima de nuestra mesa. Tuvo que gritar por encima de la música pegajosa para que lo pudiera oír.

- No quiero estar en tu baño a media noche apartandote el cabello mientras vomitas.

Sonreí ante el recuerdo. Las únicas veces que me he pasado han sido con él, y nunca termina siendo una experiencia agradable.

- ¿De qué te quejas? Siempre lo haces - refunfuñé quitándole la pastilla de la mano.

En un ágil movimiento se puso de pie y me llevó de la mano para bailar. Le eché los brazos al cuello mientras nos movíamos, sus caderas se balanceaban en torno a las mías con la rapidez de la música electrónica. Creo que es la única persona que me logra seguir el paso, respeta mis pausas y parece que me dirige a pesar de aquí no hay que seguir reglas, solo moverte como desees.
La cara de Pet brillaba por el sudor que desciende por sus clientes y si clavícula. Sus anchos hombros se movían de un lado a otro, enroscó sus gruesas manos alrededor de mi cintura para hacerme girar.
Me sentía feliz y agotada pero aun quería bailar.

Eché un vistazo por encima de mi hombro, tenía la sensación de que alguien me estaba taladrando con los ojos, pero no logro ver a nadie, todos parecen absortos en lo suyo, como esos hombres que se besan apasionadamente en el rincón. Peter se percató de que estaba más concentrada en su muestra de afecto que en el baile. Levantó una de sus pobladas cejas con diversión.

Las joyas del tiempoWhere stories live. Discover now