Capítulo cuarenta y cinco: Desastre de cita (parte 2)

498 30 11
                                    

La emoción y euforia que había sentido hace unos momentos se fue tan rápido como llegó. Esto no era April. Esto no era un restaurante. Ni siquiera tenían la entrada permitida este lugar.
Lo reconocí cuando el humo a mi alrededor se dispersó. Este era el edificio abandonado donde Alec y yo vinimos a practicar magia la ultima vez, luego dijo que iría a traernos algo de comer pero se fue con Mónica. "Gran lugar para empezar, eh"

Me mordí muy fuerte el labio para no soltar los comentarios ácidos que picaban en mi lengua sobre el olor a moho.

- Creí que sería mejor que estar con tanta gente-dijo, moviendo las tablas de las ventanas para que entrara la luz del sol - ¿Te parece bien?

Medité un segundo antes de responder.

- Me trajiste a un lugar donde los vagos vienen a drogarse y a rayar paredes.- repuse, casi incapaz de disimular mi sarcasmo.- ¡El sueño de toda chica!

Alec frunció el ceño y se llevó una mano al pecho fingiendo dolor.

- Te dije que te daría un día emocionante.- Avanzó hacia adelante, abriéndose paso entre montones de madera podrida.

- No, dijiste que iremos a April por postres. Tu prometiste postres.

- ¿Sabes lo que tardé preparando esto?

- ¿Preparando que exactamente?- repliqué, mirando con desprecio las gruesas telarañas empolvadas que yacían sobre los muebles rotos.

Un brillo de excitación recorrió esos misteriosos ojos azules, parecía que esperaba esa pregunta con ansias locas.
Juntó ambas muñecas creando una deforme esfera de electricidad roja que viajó a través de habitación arreglando cosas, una ráfaga de aire volaba los tablones de madera como si se tratase de papel. El viento creaba remolinos de polvo a nuestro alrededor haciendo que mis ojos lagrimearán.

Tosí con fuerza, y me tallé los párpados antes de ahogar una exclamación.

- La vez pasada estuvimos en la terraza destruida-Esbozó una sonrisa lenta y dulce- ahora te ofrezco algo mejor.

Avancé hacia donde me indicaba con paso cauteloso, atravesando el marco de la ventana que daba afuera del último piso.
El balcón ya no tenía vidrios rotos y sucios, daba una visón amplia de la autopista, de los otros edificios cuyas luces se veían aunque era de día. El suelo estaba cubierto por un pesado tapete color verde botella y figurillas bordadas con hilo dorado; sobre el estaban dos sillones gastados de terciopelo, y un escritorio con las patas cortadas para que funcionara como una mesa.

Encima de la improvisada mesa descansaba una caja humeante, botellas de soda, y una gran bolsa de papel café con una nota.

Me acerqué poco a poco, tomando la tarjeta color crema entre mis dedos. El corazón me latía rápidamente, amenazaba con salirse de mi pecho mientras leía con sumo cuidado las siguientes palabras:

Tarde o temprano siempre cumplo mis promesas
te dije que iría por comida.

Pd: Si traje postres :]

No pude evitar que la sonrisa se extendiera por todo mi rostro. Me giré sobre mis talones para encararlo.
Tenía la espalda apoyada sobre la pared, llevándose la mano ocasionalmente a la nuca para rascarse, podría jurar que se veía incómodo, el gran y mítico Alexander incómodo. Era un momento digno de preservar en mi memoria.

Las joyas del tiempoWhere stories live. Discover now