Capítulo Veintiuno: Máximo Rivers

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El vecindario donde vive Camelia es muy tranquilo, no hay adolescentes ruidosos haciendo fiestas, ni perros callejeros molestando con sus ladridos. Ni siquiera una vecina entrometida que recorra las persianas cada vez que oye algo. En todo el tiempo que tengo viniendo nunca he visto a nadie haciendo escándalo, la gente se comporta perfecto hasta el punto de parecer espeluznantes. Estuve observándolos. Son esas típicas familias de cuatro integrantes que lucen en caricaturas o portadas de revistas.
El padre saliendo con un portafolio bajo el brazo, esbozando una sonrisa radiante a su mujer: la hermosa ama de casa que luce igual a un adorno, no hay diferencia entre ella y uno de sus costosos jarrones chinos. Esa decoración suntuosa que disfrutaban romper sus hijos, hermanos que se la pasan peleando pero al final del día arreglan sus diferencias... Crearle vidas a los desconocidos es entretenido, solo tenías que observar a la gente pensando ¿a dónde irá? ¿Cuál es su propósito? Podía pasarme un buen rato burlándome de las familias, aunque tengo que confesar que les llegué a tener envidia, cuando era pequeña me preguntaba por qué les había tocado mejor suerte que a mí. Ellos eran unidos, felices, tenían una bonita casa; salud, amor entre otras cursilerías pero el abuelo me enseñó que no todo es lo que parece.

- Esa alegré señora que ves ahí está engañando a su esposo con su entrenador de gimnasio -me dijo Erick aquella vez que me vio contemplando con nostalgia la calle.

Solté una exclamación de sorpresa al oírlo.

- No te preocupes -comentó, intentando tranquilizarme-. Su esposo también le pone el cuerno con la madre de la mejor amiga de su hija. Y la muchacha fuma marihuana afuera de la escuela así que tampoco creo que le interese mucho.

- Yo...no entiendo - musité consternada-. Parecen tan... C-contentos ¿Lo saben?

- Por supuesto, princesa. No son estúpidos - suspiró, sentándose a mí lado -, quieren mantener las apariencias para que la sociedad no los juzgue, igual que un criminal que huye de la cárcel pero siempre lo están buscando ¿es completamente libre?

- No...-titubee.

- Entonces ¿son completamente felices?

- No lo creo.

- No, no lo son. Mira, aunque tus padres no estén contigo tú tienes personas que te quieren y mucho, es preferible tener una pequeña familia feliz a una perfecta familia rota.

Ese día dejé de auto-compadecerme y comencé a valorar lo que tenía.
Quizá mi madre no era era hermosa mujer experta en la cocina pero tenía a mis tías quemando la casa tratando de hornearme un pastel de cumpleaños. No tenía un papá de radiante sonrisa que me trajera muñecas para compensar su ausencia, sin embargo, el abuelo escuchaba atento cada una de mis idioteces. Y estaba segura de no querer un hermano para pelear, Peter le rompió la nariz a Ethan en sexto grado porque me llamó "perra nerd"
Después de reflexionarlo me di cuenta lo afortunada que era.

Arranqué los ojos de la ventana, girándome hacía Sarah. Arrastró una silla continúa a la mía en el enorme comedor de Camelia mientras daba un largo bostezo. Tenía la ropa arruga como si hubiera dormido con ella.

- ¡Buen día!- saludó, sirviéndose cereales en un cuenco.

- Hola -respondí después de darle un sorbo al jugo de uva. Había tomado tanto que mis labios comenzaban a tornarse de un púrpura oscuro.

- ¿Qué haces aquí tan temprano? ¿No te iba a traer Erick?

- Si, pero Alec me dijo que hubo un cambio de planes y lo adelantaron.

Ella asintió adormecida, los párpados se le cerraban. Era tanta su pereza que comenzó a comer los cereales sin leche. La pobre se veía terrible, estuve tentada a ofrecerle café antes de que los gritos perturbaran la insólita calma en la cocina.

Las joyas del tiempoWhere stories live. Discover now