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“¿Por qué le está diciendo que ella pidió que los deje? Yo lo hice porque… no quería tenerlo, me parecía una carga.”
El pensamiento golpeó a Nam-Gyu con fuerza mientras permanecía apoyado en su auto, mirando hacia la ventana con el ceño fruncido. Una mezcla de rabia y arrepentimiento le recorría el pecho, como si las palabras que no dijo hace años le pesaran el doble ahora.

Mientras tanto, adentro, Se-Mi seguía abrazando a Seo-Jun con paciencia, acariciándole el cabello. Él parecía más tranquilo… hasta que murmuró, apenas audible:

—No lo quiero… —sus palabras temblaron en el aire.

Se-Mi lo apartó un poco para mirarlo a los ojos.
—Seo… —susurró, dolida.

—No quiero que sea mi papá. No lo necesito —agregó, apretando el peluche como si fuera un escudo.

Ella lo sostuvo de los hombros, tratando de mantener la calma.
—Está bien… no tienes que aceptarlo ahora. Pero… no cierres tu corazón por completo, ¿sí?

Seo-Jun no contestó, pero sus párpados empezaron a bajar, agotado por el llanto. Se-Mi lo recostó con cuidado y lo arropó, besándole la frente antes de salir de la habitación.

Afuera, Nam-Gyu ya no estaba apoyado en el auto. Estaba caminando de un lado a otro, como si necesitara hacer algo, como si las palabras que había escuchado le ardieran demasiado para quedarse quieto.

Se-Mi cerró la puerta despacio, dejando que el clic del picaporte apenas se escuchara.

Al dar un paso hacia afuera, lo vio. Nam-Gyu caminaba de un lado a otro frente a la casa, con las manos apretadas en los bolsillos y la mirada clavada en el suelo, como un animal enjaulado que busca por dónde escapar.

Ella frunció el ceño.
—¿Escuchaste…? —preguntó, aunque en el fondo ya conocía la respuesta.

Nam-Gyu se detuvo en seco. No la miró al principio, pero sus hombros tensos y el ligero temblor en la mandíbula lo delataban.
—Cada palabra.

Se-Mi tragó saliva.
—No era para que lo escucharas… —dijo, intentando mantener la voz firme.

Él levantó la cabeza, y sus ojos tenían una mezcla de dolor y enojo que le erizó la piel.
—No necesitaba escucharlo para saber que él no me quiere… pero sí para confirmar que vos tampoco me querías.

—No es así… —susurró Se-Mi, dando un paso hacia él.

Nam-Gyu retrocedió apenas, como si acercarse le costara más que alejarse.
—Entonces explícamelo, porque lo que escuché… no es algo que pueda olvidar.

El silencio entre ellos se volvió espeso, apenas roto por el ruido distante de un auto pasando por la calle.

Se-Mi apretó los labios, sin saber si debía defenderse… o confesar lo que siempre había callado.

—¿Qué querías que hiciera? —dijo Se-Mi, medio molesta, clavándole la mirada.

Nam-Gyu la observó, tenso, como si cada músculo de su cuerpo estuviera a punto de romperse.

—¿Que lo obligue a que te quiera? ¿Eso querías? —continuó ella, alzando la voz—. Yo no voy a obligar a mi hijo a que te quiera, porque tiene razón… ¿por qué esperaste hasta ahora para aparecer?

—Porque no sabía… —Nam-Gyu apretó los puños—. Porque me mintieron… y porque cuando me enteré ya era demasiado tarde.

—¿Demasiado tarde para qué? ¿Para ser padre o para intentarlo? —su voz temblaba, entre enojo y dolor.

Nam-Gyu dio un paso hacia ella, sus ojos ardiendo.
—Para que me dejes estar en su vida sin ponerme un muro cada vez que me acerco.

Se-Mi bufó, cruzándose de brazos.
—Ese muro lo levantaste vos el día que decidiste no estar.

—¡No decidí nada! —la interrumpió, alzando la voz por primera vez.

El eco de su grito quedó flotando entre ellos. Ambos respiraban agitados, como si la siguiente palabra pudiera romper algo que ya estaba a punto de quebrarse.

—¿No decidiste nada? —repitió Se-Mi, con la voz quebrada mientras avanzaba hacia él. Cuando quedó frente a Nam-Gyu, gritó con toda la fuerza que tenía—: ¡¿NADA?! ¡Te fuiste sin decirme nada!

—¿Además, yo te mentí? ¡Nunca lo hice! —continuó, su rostro encendido por la rabia y la impotencia.

Nam-Gyu bufó, su respiración agitada.
—¡Me dijeron que me habías estado engañando con Min-Su! ¡Cuando me dijeron que era mentira, te intenté buscar, pero ya me habías bloqueado! —gritó, como si cada palabra fuera un golpe.

Se-Mi lo miró con una cara de incredulidad absoluta antes de levantar la mano y cachetearlo con fuerza.
—¡¿Cómo pudiste pensar que te engañé?! —gritó, su voz rompiéndose al final.

Nam-Gyu la volteó a ver, su mirada oscura y contenida. Ella bajó un poco la voz, pero el temblor en sus palabras seguía allí.
—Te amé demasiado… nunca fui capaz de engañarte, a pesar de tus actitudes de mierda.

Se-Mi suspiró, sin apartar los ojos de él.
—Y… ¿por qué no me dijiste nada? —preguntó, dolida—. Sabías que Min-Su, para mí, era como un hermano. Además… siempre que tenías dudas te explicaba, te dejaba ver mi celular. ¿Cuándo hiciste eso vos? —su voz subió de nuevo— ¡Cuando yo tenía dudas, me decías que estaba exagerando!

Nam-Gyu apretó la mandíbula, sus manos cerrándose en puños, pero no respondió de inmediato. Entre los dos solo quedó el sonido rápido de sus respiraciones, como si estuvieran en medio de una tormenta que ninguno sabía cómo detener.

—No contestas porque sabes que es verdad —le dijo Se-Mi, con la voz tensa pero firme.

Nam-Gyu apretó los labios, pero no dijo nada.

—Coqueteabas con cada chica que se te cruzara… —continuó ella—, estando yo ahí o no. Sobre todo con Jun-Hee… sabiendo que era mi mayor inseguridad.

Sus manos temblaban, pero sus palabras eran afiladas.
—Incluso encontré mensajes entre ella y vos… pero me quedé callada.

Se-Mi cerró los ojos con fuerza, y de pronto su voz estalló en un grito que hizo que él diera un paso atrás.
—¡¿Y VOS ME DECÍS QUE TE FUISTE POR UN PUTO RUMOR?!

El silencio cayó pesado. Nam-Gyu la miraba con una mezcla de culpa y furia contenida, como si quisiera defenderse pero no encontrara las palabras correctas.

Sus respiraciones eran rápidas, y por un instante, el mundo a su alrededor pareció encogerse hasta quedar solo ellos dos, atrapados en un pasado que todavía dolía demasiado.

^Semgyu^Where stories live. Discover now