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Se-Mi soltó una risa seca, sin una pizca de emoción, solo rabia contenida.
—Si crees que puedes ganarte a MI hijo, estás muy equivocado —dijo, clavándole la mirada.

Nam-Gyu no se inmutó, mantuvo esa calma provocadora que la sacaba de quicio.
—Pronto me aceptará —respondió con seguridad—. Y aunque vos no lo aceptes… ayer ya nos besamos.

Se-Mi sintió que el mundo se le venía encima por un segundo.
—No intentes hacerte la dura ahora —continuó Nam-Gyu, con esa media sonrisa desafiante—. Porque sabemos los dos que nada va a ser tan simple.

Ella apretó los dientes, las palabras retumbando en su pecho, sabiendo que, para bien o para mal, nada volvería a ser igual.

—Ese beso no significó nada, Nam-Gyu —dijo Se-Mi, soltándole el brazo con firmeza.

—¿Ah no? —respondió él, con un tono que mezclaba duda y burla.

Ella asintió con la cabeza, sin apartar la mirada.
—Nada —sentenció, cortante y seca.

Pero de pronto, Nam-Gyu la tomó de la cintura con más fuerza que antes y la pegó contra el auto.

La besó con rabia, como si quisiera arrancarle todas las dudas de un solo golpe, como si esa furia fuera también una confesión.

Se-Mi no se resistió, aunque su corazón latía desbocado y su mente luchaba por entender qué era ese beso realmente.

Se-Mi estaba sorprendida, sin entender del todo por qué correspondía.
Una parte de ella lo amaba con una intensidad que le quemaba el pecho, y la otra parte lo odiaba, con una fuerza igual de feroz.

De pronto, puso sus manos en el pecho de Nam-Gyu, intentando empujarlo para alejarlo.
—Basta, Nam-Gyu —susurró entre besos, con la voz temblorosa.

Pero Nam-Gyu no respondió con palabras.
Simplemente se pegó más a ella, sin darle espacio, y la siguió besando con una fuerza que ya no era solo deseo, sino también rabia contenida.

Sus labios se movían con más intensidad, más urgencia, más furia, como si en ese beso quisiera liberar todo lo que no podía decir.

Se-Mi sintió que el mundo se desmoronaba y se reconstruía al mismo tiempo, atrapada en ese instante donde el amor y el odio se confundían en un solo fuego.

Se-Mi se inclinó un poco hacia atrás, separándose lentamente de Nam-Gyu.
—Basta, he dicho —sentenció con voz firme, intentando recuperar el control.

Nam-Gyu la miró, con esa sonrisa ladeada que sabía cómo desarmarla por completo.
—¿Vas a negar que me amas? —preguntó, con un tono entre burla y desafío.

Se-Mi tragó saliva, sus ojos clavados en los de él, sin saber si reír, gritar o simplemente rendirse.

—No es negación, no te amo... —dijo Se-Mi, con la voz baja pero firme.

Nam-Gyu soltó una carcajada corta, divertida y un poco burlona.
—Ay, aja —replicó—, y yo estuve presente todos estos años, ¿no?

Se-Mi lo miró con los ojos entrecerrados, sin poder evitar una sonrisa a pesar de todo.

De pronto, Se-Mi se dio cuenta de que sus manos seguían apoyadas en el pecho de Nam-Gyu.
Se apartó rápidamente, como si se hubiera quemado, nerviosa.

Su rostro estalló en un rojo intenso, y evitó su mirada, intentando controlar el latido acelerado de su corazón.

Nam-Gyu la observó con una sonrisa ladeada, claramente divertido por esa reacción inesperada.

—¿Estás nerviosa? —preguntó Nam-Gyu, acercándose tanto que su voz quedó casi susurrada junto a su oído.

Eso hizo que Se-Mi se pusiera aún más nerviosa, el rubor en sus mejillas se intensificó, pero hizo un esfuerzo por controlarse y recuperar la compostura.

^Semgyu^Where stories live. Discover now