Las segundas oportunidades existen, y el amor es la base del perdon.
Ambientada en el año 1955
Jungkook es el jefe de la mafia más grande de Busan, la cual fue heredada por su padre. Creció en un mundo donde la traición se paga con muerte y la famil...
Ambos se tomaron unos días libres del trabajo para vaciar la casa y desechar lo innecesario. Entre cajas, recuerdos y bocetos con arquitectos, daban forma al sueño de volver a habitar aquel lugar con nuevos significados.
Jungkook estaba en la cocina, embalando platos desportillados con una atención casi ceremonial. Jimin, tras terminar con los libros, recorrió con la mirada el salón. Los muebles grandes ya no estaban. Sólo quedaba el eco del pasado en las paredes desnudas.
No había vivido allí por mucho tiempo, pero su corazón aún se hinchaba con ternura al llamarla su casa. Respiró profundo, dejando que el aroma de madera envejecida lo envolviera como una caricia. Luego, retomó su labor, organizando cajas, recogiendo un lápiz rodado en la esquina, colocando con mimo hasta un viejo reloj roto.
Estaba a punto de levantar una caja cuando un repentino timbre resonó con fuerza en la sala vacía. El sonido seco de un teléfono antiguo estremeció el aire. Jimin se sobresaltó. Aquel timbre no lo escuchaba desde hacía décadas.
Giró lentamente la cabeza. El teléfono de línea, olvidado en un rincón, parecía no haber envejecido ni un día. Lo había visto antes. Y recordaba haberlo considerado roto, pues no emitía tono alguno. Además, no había nadie a quien llamar desde ese lugar.
Miró alrededor y Jungkook no estaba, tal vez ya había salido al auto con más cajas. Estaba completamente solo. Pero el teléfono seguía sonando con insistencia.
Caminó hacia él, descolgó el auricular. El peso del aparato en su mano le provocó una extraña felicidad. Al otro lado, el crujir de una corriente de viento antiguo llenaba el silencio. Tomó aire… y habló.
—¿Hola…?
No hubo respuesta.
—¿Hola? —insistió, esta vez con un leve atisbo de fastidio.
Entonces, la escuchó:
—Jimin… soy yo.
La voz, áspera y suave a la vez, se deslizó por el auricular como un eco del pasado. Era una voz que conocía profundamente. Una voz que no había oído por ese aparato en mucho, mucho tiempo.
—¿Jungkook?
Jimin frunció el ceño y giró la cabeza. Buscó con la mirada. Y lo vio. Apoyado contra la pared del salón, con un teléfono móvil en su oído y una sonrisa traviesa curvándole los labios. Todo encajó. El rostro de Jimin se relajó, aliviado y desconcertado.
—¿Qué… qué estás haciendo? —preguntó aún por el viejo teléfono.
Jungkook no respondió. Sólo lo miró con ternura, como si con los ojos dijera todo lo que las palabras no alcanzaban. Su voz volvió a sonar, ahora baja, íntima, deliciosa de escuchar:
—Jimin…
—Sí —respondió Jimin con un hilo de voz.
El tono de Jungkook era extraño, casi doble. A Jimin le pareció estar escuchando dos tiempos al mismo tiempo. Lo miró en silencio.
—Jimin —repitió Jungkook, y esta vez su voz tembló ligeramente, como quien toca con miedo lo sagrado—. El fin de semana… ¿sábado o domingo, o ambos...? ¿podemos cenar juntos?
Jimin se quedó inmóvil.
Esa frase… la había escuchado antes. Exactamente igual. Era la misma que le había dicho Jungkook, setenta años atrás, en una llamada a altas horas de la noche.
Recordó haber dicho que sí.
Recordó haber comprado ropa nueva.
Recordó haber contado los días, con el corazón agitado para poder ver a Jungkook.
Aquella invitación no hablaba sólo de cenar juntos... hablaba de redención. Era una súplica disfrazada. Era el deseo de limpiar las heridas, de soltar el rencor y, al fin, reconstruirse desde el amor. No con prisa, ni con miedo… sino con las manos abiertas y los corazones dispuestos.
Pero ese día nunca llego. Sus cortas vidas dieron fin cuando solo quedaba un día para su cita.
Jimin apretó los labios, luchando contra la marea de recuerdos. Sus azules ojos se tornaron brillosos.
—Sí… me gustaría —murmuró finalmente, apenas moviendo los labios.
Jungkook se acercó lentamente, paso a paso, con esa calma que sólo tienen los que aman de verdad. Su voz, tan baja como una promesa, lo acarició:
—Esta vez… Si llegaré a tiempo a nuestra cita…
Sólo dos pasos los separaban.
Jimin dejó caer el auricular. Dio esos dos pasos de golpe y lo abrazó con todo lo que tenía. Jungkook lo envolvió con los brazos, con la misma ternura de quien ha esperado una vida entera.
Si lo pensaban bien, nunca dejaron de luchar. Lucharon por amarse, por encontrarse incluso cuando la tormenta parecía infinita. A veces eran estaciones opuestas: verano para Jimin, invierno para Jungkook… pero aun así, se buscaron.
Nadaron a través de un océano de distancia, de silencios, de tiempo, hasta llegar a la misma orilla. No era el lugar donde comenzó su historia…Era donde, al fin, podían escribirla sin miedo.
Y allí, sin promesas ni prisas, simplemente… se quedaron.
✨FIN✨
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Holiii! 💜
¡Sí, soy yo, más rápida de lo que imaginé (y lo que ustedes esperaban también, jeje)!
Por fin llegamos al final de este extenso y hermoso viaje con “All for you” 🥰
Espero de corazón que lo hayan disfrutado tanto como yo. 🥹 Y sí… sé que hice llorar a más de una 😭 (perdón, no me odien 🙈), pero les confieso que yo también lloré escribiéndolo, así que estamos a mano. 😂
Aún queda un extra que les traeré el viernes (o antes si me da el ataque de inspiración 💭✨). Y además… ¡se viene el primer capítulo de mi nueva historia! 📖 Espero que le den tanto amor como a esta, que me hizo vivir y soñar un montón con ustedes 💌
Un besote gigante y un abrazote de los que traspasan pantallas 💋🤗
Bye bye~ 💜
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