스물 아홉

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Sombras del Ayer

Una corvina asada adornaba el plato de Jimin. Hoy había suficiente comida sobre la mesa: gachas, sopa de algas y otras guarniciones. Un banquete nutritivo, y aun así, él solo se limitaba a pinchar la corvina con los palillos. No tenía apetito. Habían pasado días desde que la sensación de hambre lo había abandonado.

Suspiró y desvió la mirada hacia la pared. Allí, alguna vez, había reposado un hermoso cuadro de olas. Ahora solo quedaba una sombra borrosa en la pared, un rastro del vacío que dejó su ausencia. Algo tan insignificante y, al mismo tiempo, tan desgarrador.

Sus párpados hinchados pesaban como piedra. Había llorado demasiado. Haciendo un esfuerzo, intentó comer. Pero no pudo. Una vez más, hundió los palillos en la carne del pescado y entonces, un sonido extraño resonó en el silencio de la habitación. Un leve clang. Como metal chocando contra metal.

Frunció el ceño, inclinó la cabeza y examinó el pescado. ¿Había tragado algo en el mar? Con un destello de interés en sus ojos apagados, abrió el estómago del pez con los palillos y apartó la carne. Y ahí, entre los restos aún tibios, apareció un pequeño objeto brillante.

Era una daga. Pequeña, más chica que la palma de su mano.

Jimin la recogió con una expresión extraña, como si estuviera hipnotizado. Con el dobladillo de su ropa, la limpió una y otra vez. Su filo, aunque diminuto, aún era afilado.

¿Por qué está esto aquí?

Su primer pensamiento fue Jungkook. ¿Él había ordenado que lo pusieran allí?

Si querían que me atragantara, habrían elegido un clavo. O una aguja.

Sosteniendo la daga entre los dedos, miró al pez con ojos turbios.

¿Fuiste tú? ¿Te tragaste esto?

El pescado, por supuesto, no respondió. Jimin frunció los labios.

Sabía que la persona que traía la comida vendría a recoger la mesa en exactamente una hora. Si encontraba la daga, se la quitaría. Sin pensarlo mucho, se levantó con dificultad y se dirigió al estudio de Jungkook. Tomó un libro de la estantería, uno de los que él mismo le había comprado cuando practicaba escritura. Era una colección de cuentos de hadas tradicionales. Lo abrió y deslizó la daga entre sus páginas.

Se quedó un momento contemplando la daga, preguntándose cómo debía usar ese hallazgo inesperado. Pasó un dedo sobre el filo y sintió un leve escozor cuando su piel se abrió. Ni un sonido salió de su boca.

Y entonces, una idea cruzó su mente como un relámpago.

Por primera vez en mucho tiempo, sonrió.

Afuera, la lluvia comenzó a caer con fuerza.

Y Jimin por fin, había encontrado su caminó a la libertad.

Y Jimin por fin, había encontrado su caminó a la libertad

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ALL FOR YOU  ( KOOKMIN) 💜Where stories live. Discover now