Las segundas oportunidades existen, y el amor es la base del perdon.
Ambientada en el año 1955
Jungkook es el jefe de la mafia más grande de Busan, la cual fue heredada por su padre. Creció en un mundo donde la traición se paga con muerte y la famil...
La sala se oscureció. La película comenzó. Jimin enderezó la espalda, intentando concentrarse. Sin embargo, sin notarlo, sus ojos comenzaron a buscar a Jungkook. Quién, relajado, contemplaba la pantalla.
Había visto muchas películas desde que despertó en ese nuevo mundo, pero era la primera vez que lo hacía con Jungkook. Un sentimiento extraño lo invadía, uno que aún no se atrevía a llamar “cita”. No hablaban. No se miraban. ¿Qué clase de cita era esa?
Arrugó la nariz y se inclinó ligeramente hacia él.
—¿Por qué le llamas cita a ver una película? —preguntó en un susurro.
Los ojos de Jungkook se desviaron de la pantalla para encontrarse con los suyos. Incluso en la penumbra, brillaban con intensidad. Lo miró con atención y respondió, también en voz baja:
—Porque está oscuro… y estamos cerca.
Jungkook pareció reflexionar unos segundos. Luego, esbozó una sonrisa leve, distinta. Había algo de alegría secreta en sus ojos. Cambio la bebida de lugar y levantó el apoyabrazos entre ellos, pasó su brazo por los hombros de Jimin y lo acercó a su pecho. Jimin fue absorbido por ese gesto inesperado.
—Porque puedo hacer esto —susurró Jungkook—. Y si estás sentado atrás, puedes hacer aún más.
Su voz era apenas un roce junto a su oído. Jimin se quedó inmóvil un momento, después apoyó la cabeza en su pecho y respondió, apenas audible:
—Entonces la próxima vez… nos sentaremos atrás.
Jungkook asintió con una risita y acarició la mejilla de Jimin con el pulgar. A partir de entonces, Jimin no dejó de lanzarle miradas furtivas. No podía apartar los ojos de ese rostro que, con cada cambio de escena, se teñía de nuevos colores. Y cuando Jungkook notaba su mirada, bajaba un poco la cabeza, y se encontraba esos ojos… esos ojos que eran peligrosamente atractivos.
Jimin perdió por completo el interés en la película. Ni siquiera una superproducción de miles de millones podía competir con la belleza de Jungkook. Toda su atención pertenecía solo a él.
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Cuatro meses después
Jimin se encontraba en cuclillas frente a la vieja estantería. Había comenzado a guardar con sumo cuidado los cuentos infantiles, cuyos bordes gastados aún exhalaban el olor melancólico del papel antiguo. Depositó uno a uno en la caja abierta a sus pies, como si cada libro guardara una parte olvidada de sí mismo.
Sus dedos se detuvieron al alcanzar un cuaderno de coreano nivel uno. Lo abrió lentamente. En sus páginas, los garabatos torpes de otro tiempo parecían cobrar vida. Sonrió, enternecido, al recordar sus primeros intentos de lectura, cuando el lenguaje aún era un misterio por descifrar. Soltó un suspiro largo, cerró el libro con suavidad y continuó empacando.
Había tomado una decisión junto a Jungkook: reconstruir una nueva casa sobre la vieja propiedad que había sido suya setenta años atrás. La estructura original, noble pero cansada, pedía a gritos una nueva historia. Así que optaron por edificar desde los cimientos, reviviendo el hogar con manos nuevas.