Las segundas oportunidades existen, y el amor es la base del perdon.
Ambientada en el año 1955
Jungkook es el jefe de la mafia más grande de Busan, la cual fue heredada por su padre. Creció en un mundo donde la traición se paga con muerte y la famil...
Jungkook soltó una carcajada y Jimin frunció el ceño, claramente molesto por la reacción.
—¿Por qué te ríes? ¡Puedo comprártelo! Mi mamá dijo que no había límite en mi tarjeta —espetó, bajando la cuchara.
—No es eso… Es que ya tengo varios, porque tú ya me los compraste.
—¿Ya te los compré? —Jimin gimió, confundido, frunciendo aún más las cejas.
—¿Por qué me preguntas eso de repente? —quiso saber Jungkook, sorbiendo otro trago de café.
Jimin lo miró con la cuchara entre los labios. Ahora que eran pareja, quería hacer algo especial por él. En los dramas, el protagonista rico siempre colma de regalos a su amor. Comida, ropa, coches... y luego dice: “Este es mi corazón”. Jimin también quería dar eso. No solo cosas, también su corazón.
Se encogió de hombros, sonriendo mientras tomaba otra cucharada de helado con fresas y chocolate. Jungkook, observando esa escena, detuvo sus pasos de pronto. Jimin hizo lo mismo, sorprendido, con el helado aún en la boca.
Jungkook movió su vaso vacío.
—Sí... Si tuviera que decir lo que me gusta, diría que me gusta atarte la corbata. Me gusta caminar así contigo. Me gusta hablar contigo, y me gusta verte comer helado.
Jimin sonrió, inocente, mientras el sol jugaba con la luz en las esquinas de sus ojos. Chupó la cuchara lentamente y la retiró con suavidad. Jungkook tragó saliva, cautivado.
—A mí también me gusta —dijo Jimin, con una sonrisa amplia.
Jungkook alzó la mano y acarició su mejilla con el pulgar. A pesar del invierno, estaba calentita. Luego tomó la taza vacía de Jimin y el vaso de café y los tiró en un basurero cercano.
Entonces, Jimin volvió a tomarle la mano. Sus palmas se encontraron, y sus dedos se entrelazaron con la familiaridad de quienes ya no necesitan palabras. Levantó la barbilla y susurró como un secreto:
—Sigamos con nuestra cita. Dijiste que te gusta estar conmigo. Entonces… esta cita es perfecta.
Jungkook suspiró, enamorado. Supo en ese instante que nunca se cansaría de él.
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El cine se sumía en un silencio tenue, casi reverente. Jimin, se acercó al lobby donde diferentes pantallas iluminadas excibian las películas en cartelera, tiró suavemente del abrigo de Jungkook. Todo era nuevo para él pues jamás había puesto un pie en un lugar como ese.
—¿Qué vamos a ver? —preguntó con curiosidad.
Fue entonces cuando Jungkook señaló uno de los afiches colgados en fila. Jimin, a su lado, giró el rostro para observarlo mejor.
—Esa película fue producida por nuestra empresa. La vi en una versión preliminarmente editada... Pero tú aún no la has visto. Aprovechemos esta oportunidad.
