Prólogo y trailer

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-Espera, ¿qué haces?- comenzó a bajar siguiendo mis pasos, era más rápido que yo por lo que tardó menos de tres segundos en alcanzar mi posición. Yo estaba agarrada a la barandilla del puente y él se había situado prácticamente encima de mi cuerpo, como si fuera una pegatina. Sus pies chocaban contra los míos, sentía su pecho subir y bajar con cada respiración en mi espalda, su aliento en mi oreja-. Tú eras su hermana también- posó sus manos encima de las mías que se aferraban a la barandilla con fuerza. Había sido un bonito detalle incluirme en aquello, de hecho yo consideraba tanto a Cole como a Jared mis hermanos, eran mi familia, pero sabía de sobra que no podía ser de la misma manera para ellos. Más que nada porque ellos no estaban en el reformatorio por haber violado la ley como la mayoría de nosotros. Como yo.

Cuando sus padres murieron en un accidente de coche, Jared y Cole solo tenían siete y nueve años, se quedaron sin familiares a parte de su tía Brenda que era, hasta que murió de cancer, vigilante en el reformatorio. La gente que se encarga de nosotros en ese antro tiene que pasar todo el día allí, es un trabajo a jornada completa por lo que Jared y Cole tuvieron que mudarse allí, rodeados de criminales menores de edad. Yo llegué unos meses más tarde y éramos los más jóvenes del lugar, y durante más de tres años fuimos los únicos niños . Ellos habían tenido una buena familia antes del accidente de sus padres, eran felices.

-Dawn.

-¿Jared?

-Tienes un bicho en el pelo.

-¿QUÉ? ¡QUÍTAMELO!-- el pánico se apoderó de mí y se me olvidó en el reducido espacio en el que nos encontrábamos. Comencé a patalear, Jared se sostenía como podía, daba manotazos a mi pelo hasta que mi codo se encontró con el pecho de mi amigo y cayó de espaldas mientras yo soltaba un grito. Eché una mirada hacia atrás para verle retorcerse en el suelo como una culebra-¡Jared! ¿estás bien?

-Maldita loca, ¡casi me matas!- descendí a toda prisa lo que me quedaba de distancia hasta el suelo y me arrodille junto a él.

-¡Lo siento muchísimo! ¿Te has hecho daño?- revisé su cuerpo en busca de posibles heridas e iba a hacerle sentarse para comprobar que su columna vertebral funcionara correctamente cuando ambos oímos acercarse a los demás.

-¿Qué cojones?- vociferó Homer, Lia y Chris le seguían por detrás por puro instinto puesto que no estaban al tanto de la caída de Jared.

-¡Qué no me he bebido tanto!- gritaba ella ofendida.

-¿Entonces por qué falta más de la mitad de la botella?

-A veces el alcohol se evapora- se defendió Mia y yo pensé que podría haber sido la escusa más imbécil que había escuchado en mi vida.

-En realidad- intervine yo-, es imposible que hayas conseguido el calor que necesitarías para que el alcohol de esa botella se evapore sin algún aparato electrodoméstico, como un horno, una estufa, un microondas...

-¡JA!- vitoreó Chris señalando a Mia con el dedo-. Dawn, por una vez tu repelente cerebro de sabelotodo me cae bien.

-¡Eh!- protesté molesta con su comentario. El chico se arrodilló al lado de un Jared tumbado que me dirigía miradas iracundas, supongo que no quería tanta gente aquí, que buscaba más intimidad.

-¿Desde dónde te ha tirado?

-¿Por qué crees que he sido yo?- intervine.

-Muy sencillo; Porque Jared solo se dejaría caer por ti- cerré la boca y me prometí que la mantendría de esa manera durante un buen rato. Él me miraba, estaba segura de que quería decirme algo, últimamente todas nuestras conversaciones se quedaban a medias y eso nos estaba distanciando. No hizo falta hacer absolutamente ningún gesto para que me entendiera, tan solo le devolví la mirada y el mensaje quedó claro: Esta noche hablaríamos.

El toque de queda era a las dos y media de la mañana, una hora poco razonable para unos chicos que estaban ahí encerrados por saltarse la ley demasiadas veces. Hoy no era uno de esos días en lo que íbamos a esperar a que abrieran las puertas por la mañana para entrar, solo eran las seis menos cuarto y quedaban al menos tres horas para aquello. Menos mal que por si acaso siempre dejábamos la ventana de los servicios de las chicas entreabierta. Esa ventana debía permanecer así perpetuamente, era como una norma entre todos los chicos del reformatorio. Si no la abríamos nosotros al salir, probablemente lo harían otros.

Avanzamos por los pasillos de puntillas, intentando hacer el menor ruido posible. Yo tenía la teoría de que algunos profesores del reformatorio ya sabían que violábamos el toque de queda, sin embargo, cuando nos pillaban los vigilantes de noche, quienes se paseaban por los pasillos con linternas cada quince minutos, los castigos eran realmente duros.

Los chicos dormían en las habitaciones del piso inferior así que cuando Lia y yo llegamos a la nuestra Jared me miró para asegurarse de que el plan seguía en pie y después los vimos bajar las escaleras algo agazapados por si algún vigilante acechaba la zona.

Me metí en la cama y observé como los pies de mi amiga subían torpemente la escalera de la litera para hacerlo ella también. Alargué el brazo y gire hacia mi dirección el reloj que ella solía llevar en la mano pero que en algún momento debió quitarse antes de subir. Marcaba las seis y cinco, me quedaban ocho minutos para levantarme y reunirme con Jared. Siempre que quedábamos por la noche era a la hora que fuese y trece minutos; las cinco y trece minutos, las ocho y trece minutos... Era una costumbre que habíamos cogido Jared, Cole y yo, cuando el primero me apodo así, es una larga historia.

DescontroladaWhere stories live. Discover now