(24) Vamos a huir

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"La nena ya no arruga los ojos, no ha visto la luz; en la sucursal del infierno no existen ventanas..."

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El día siguiente, los gritos de aquella mujer que desconocía, hicieron que despertara. No quería imaginar lo que le estaban haciendo; porqué? Solo quería escapar, huir de allí. Pensaba que nada bueno me esperaría cuando Zacarías se cansara de ella.

Joaquín abrió la puerta, trayendo en sus manos mi desayuno. Caminó lentamente hacia mí, colocando el plato y el vaso en el suelo, mientras se inclinaba, sus ojos al nivel de los míos.

"No sé quién eres, mucho menos sé que has hecho en mí, pero no quiero que corras la misma suerte que le espera a esa mujer. Actúa tranquila, yo te ayudaré a escapar..." me decía estas palabras en apenas un susurro. Sabía que le podría traer problemas si su jefe lo descubría; más aun luego de lo que le ocurrió a Beto.

"De veras?" le pregunté con mis ojos llenos de lágrimas de alegría.

"Solo dame un día o dos, de acuerdo?" comentó mientras se levantaba y me miraba desde su altura.

Yo solo asentí; me sentía tan alegre después de tantos días, que sentía iba a gritar; delatándonos a ambos. No, no podía ocurrir; si ese hombre estaba dispuesto a ayudarme, seguramente lo que me esperaba no era nada agradable.

Una vez este cerró la puerta, por primera vez en todos estos días, decidí comer. Necesitaba fuerzas y energías para escapar; esta vez tenía la esperanza creciendo en mí.

Las próximas dos comidas, fueron entregadas por Zacarías; arrebatando inmediatamente el deseo de comer, ganando golpes nuevamente.

"Por qué Zacarías? Porqué le haces eso a esa mujer?" le pregunté ya de noche, llena de coraje ante lo que ese imbécil hacía. Porqué lo hacía?

"No te interesa. Solo está lista, que tú serás la próxima..." me dijo apretando mi rostro entre sus manos y pegándome contra la pared; pegando su cuerpo de forma asquerosa al mío, subiendo sus manos por mi pierna, "por el momento, tengo otras cosas que hacer..." y añadiendo un nuevo golpe en mi cuerpo marcado por su culpa, salió de allí, cerrando la puerta.

Sus golpes ya no dolían, sentía la sangre y la primera sensación del impacto; ya estaba tan acostumbrada. Aunque les puedo decir que no tenía lugar que no estuviese marcado, creo que hasta en mi cabeza tenía alguna sangre ya seca.

Minutos luego que salió de mi habitación, comencé a escuchar los gritos nuevamente. Esos gritos eran de dolor, de terror; qué le había hecho esa mujer a ese hombre para que la estuviese torturando así?

"Por favor, ya no más! No te he hecho nada para que me hagas esto. Déjame salir...te lo ruego..." era la frase que escuchaba una y otra vez. Si tan solo pudiese ayudar a esa mujer a escapar...

El día siguiente, todo fue la misma rutina a la que ya estaba acostumbrada; golpes, gritos, Zacarías tocándome más y más. Solo me limitaba a creer y pensar en las palabras de Joaquín. Pronto saldría de aquí, no tenía duda.

Un poco después del almuerzo, los gritos espeluznantes de aquella mujer comenzaron. Algo extraño, un poco más temprano de lo común. Yo, como todos los días, me senté en mi esquina e intentaba bloquear los gritos con pensamientos, con recuerdos bonitos; los que, aun cuando me rompían el corazón, me hacían sonreír.

Joaquín abrió la puerta, con un bate en su mano. Para qué traía esto? Qué me haría?

"Qué es eso?" pregunté, poniéndome inmediatamente de pie.

Si tú me lo pidesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora