(7) Puedo, sanar tus heridas

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Al lado, el traje que Daniela usó para la boda....

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Aquel día, en mi fiesta de cumpleaños, fue el momento que marcó todo en mi vida.  Mi amistad con Ariel, desde aquella noche, cambió por completo.  Lo que hizo me lastimó mucho, y este nunca quiso decirme el porqué de su actitud. 

Nos hablábamos, pero ya no pasábamos noches juntos, no compartíamos secretos y ya no era lo mismo.  Nos hablábamos cuando las familias se reunían y nos saludábamos en la escuela.  Todos notaban el distanciamiento, pero no había mucho que pudieran hacer; a fin de cuentas, todos presenciaron el ataque de mi mejor amigo hacia el niño que me gustaba. 

Hoy era la boda de Jeziel.  Un gran día para mi familia, la que continuaba creciendo cada día más.  Mi pequeña Génesis, ya tenía casi cinco años, y su hermanita Angelí tenía uno.  Kiel tenía a su pequeño Santiago de dos años, y yo ya tenía quince. 

No, no tuve fiesta para mis quince.  Preferí irme de viaje con mis padres, mis hermanos y mis sobrinos.  Después de todo, quien siempre me prometió ser mi parejo, ya no me hablaba, y honestamente, no quería reemplazarlo por nadie. 

Me miraba en el espejo, con la melancolía de que todos mis hermanos ya se habían ido de la casa.  De ahora en adelante, solo seríamos mis padres y yo.  Algo interesante, cierto? 

Jeziel se quedaba cerca; el único en realidad.  Kiel continuaba viviendo en otro país, y Ariana aun estaba en otra ciudad.  Itzel estaba estudiando medicina en otra ciudad, y solo, de toda mi familia disfuncional, me quedaba Ariel; quien dolía cada vez más mirarlo.

Se había convertido en todo un galán.  Tenía a todas las chicas a sus pies, aunque nunca le volví a conocer novia.  Yo, por mi parte, fui novia de Alejandro por unos meses, y luego de esto, he tenido algunos…amigos especiales. 

En realidad, no era una santa, nada que comparar con mi hermana Ariana.  No se pregunten cómo, pero me las ingeniaba para escaparme a las fiestas que mis padres no me dejaban ir, y a verme con alguno que otro chico que me gustara. 

Me miraba en el espejo, asegurándome que todo estuviera bien.  Javier, el hermano de Silvia, la futura esposa de Jeziel, estaría en la ceremonia; y acá entre nos, me encantaba ese chico.  Creo que tenía dieciocho, tal vez diecinueve años? No sé, solo sé que me encantaba y que él estaría allí, por lo que me tenía que ver bien.

“Estás lista, hermanita?” preguntaba Jeziel desde la puerta de mi habitación.

“Creo que sí” respondí volteándome a mirarlo.

“Te ves hermosa! No puedo creer que ya no eres una niña!”

“Gracias? Jeziel, porqué todos piensan que aun soy una niña?  Las niñas aquí son Génesis y Angelí…”

“Eso siempre será así…Llegaste sin esperarte, fuiste una gran sorpresa para nosotros.  Yo por lo menos, siempre te veré así…”

“Perdón, el más hombre…” le dije riéndome mientras lo abrazaba. 

“Me vas a hacer mucha falta.”

“Pero si vas a vivir a media hora de aquí, y continuarás trabajando en la compañía…”

“Sí, pero quien vendrá a despertarme a patadas?”

“Silvia? Aunque estoy seguro que ella me despertará de otra manera…”

“Cállate Jeziel!  No quiero escuchar, mucho menos imaginarme nada…”

“Anda, vámonos, que se nos va a hacer tarde” dijo este tomando mi mano y caminando hacia los demás, quienes ya estaban listos y esperándonos en la sala. 

Si tú me lo pidesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora