15∆ Jodida y locamente enamorado

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Un par de meses antes 

Me siento un miserable.  

Porque se supone que soy un agente de la ley, no un maldito acosador, y aquí me tienes acechando a la preciosa mujer del mustang rojo tras un arbusto. Ella, relajadamente, pasa página de la revista que está leyendo mientras que el aspersor humedece toda su espalda y sus largas y oscuras piernas. Sobre su cabello luce un sombrero de ala ancha que protege su rostro de los rayos del sol, aunque, hace un rato vi cómo se echaba protector solar en todas aquellas zonas que quedan al descubierto. Algunos hombres que pasean no pueden evitar admirarla disimuladamente, aunque ella los ignora como quién omite la existencia de una mosca en el aire, a no ser que empiece a molestarte. De pronto, aparta su atención de la revista, abre un estuche de cuero y saca del interior un par de gafas. Al principio, pienso que son gafas para proteger sus ojos del sol, sin embargo, al ponérselas descubro que esos pequeños cristales redondos tienen otra misión.

Ayudarla a leer.

Entonces, ¿qué ha estado haciendo todo este rato?

Agazapado como un soldado en combate, la sigo admirando a la distancia, aun cuando soy incapaz de controlar cómo me late el corazón. Y es que la razón de venir a este parque, los fines de semana, era hacer algo de ejercicio físico para combatir la ansiedad, tal y como me recomendó la psicóloga. En cambio llego a Laurehst Park y me encuentro con la sorpresa de que la mujer que ocupa mis fantasías desde hace meses está aquí, a un par de metros de distancia.

Jules, te estás volviendo loco. 

Desde aquella interacción a través de Instagram, no he vuelto a escribirle, ni ella tampoco a mí. Aunque lo mío no es por falta de ganas, o por tener una vida tan ocupada como la suya, sino porque en mis sueños suceden tantas cosas entre nosotros, le hago tantas cosas a su cuerpo, que ya esta culpa no me cabe en el pecho.

- Vamos amor, muéstrame tu mundo. - digo en voz alta. Una mujer me oye hablar, y se aparta del camino asustada. - Si, señora. Yo también me alejaría de mí mismo. 

Hallo un banco libre a una distancia prudente de la escritora y tomo asiento, antes de sacar mi móvil del bolsillo. He de fingir que estoy distrayéndome con Instagram, aunque lo único que realmente haga es disfrutar de cómo su húmedo vestido veraniego se amolda a su figura. 

A la curva de su cintura. 

No puedo evitar estudiar cada minúsculo movimiento, cada gesto y expresión de su cuerpo. Por eso, empiezo a adorar la manera en que se sonríe a sí misma cuando se encierra en su mundo. Y todo porque la escritora tiene una facilidad absurda para distraerse. Parece más consciente de la naturaleza que de las personas que la rodean. Entonces saca una pequeña cámara del bolso, un elemento prodigioso para alguien como ella, y tras ponerse de cuclillas, observa con el visor un pequeño charco en el que juegan un par de pájaros. Una situación tan ordinaria para los demás, que no es posible comprender por qué a ella le resulta fascinante. De pronto, un balón de fútbol se cruza por el camino y los pájaros terminan echando el vuelo. Ella se gira y mira al joven que se acerca en busca del balón con cara de pocos amigos. Sí, lo odia. Con todas sus fuerzas. Él se disculpa, y ella sin responderle, guarda su cámara de fotos y lo ignora cruelmente. 

Entonces, echa a andar y yo sigo sus pasos con sigilo. Y, aunque nuestro encuentro de hoy es fruto de la casualidad, no puedo negar que las anteriores veces fui yo quien persiguió un encuentro casual entre los dos.

Ojalá Dios me perdone. 

Naima se dirige al aparcamiento donde descansa su mustang, completamente distraída, hasta tal punto que son las demás personas quienes la deben esquivar y no al revés. No hay más que hacer. Yo también seguiré en esta dirección, y al llegar a la esquina cruzaré hacia Noir Café. 

✨Naima✨Opowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz