5∆ Tal vez, sólo tal vez, es amor

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-Naima.

Jules me obliga a inclinar la cabeza hacia un lado para que el flash de la cámara desechable que ha comprado en la tienda 24h capture los golpes en mi rostro, cuello y brazos realizados por Michael Larsson. Duelen, lo cierto es que duelen, pero, llevaba tanto tiempo sin sentir dolor físico que ni una sola queja ha salido de mi boca desde que empezamos este viaje en carretera por la costa del Pacífico. Al revés, ahora voy por ahí paseando mi dolor con orgullo, aunque sé que esa ha sido la primera y la última vez que le permito a un hombre lastimar mi cuerpo y salir vivo de ello. Ya que, en lo que respecta a mi corazón, ahora le pertenecen a uno cuyos ojos tienen el encanto de una luna llena. A diferencia de mí, Schratter no ha dejado de estar preocupado, de intentar averiguar si me encuentro bien, si me duele la cabeza o alguna otra parte del cuerpo, y tal ha sido su insistencia que me he visto obligada a fingir que sólo me estoy haciendo la valiente y que, es cierto, que hay un dolor que arrastro conmigo desde que dejamos Portland atrás. Aunque todo lo he hecho por él, o, mejor dicho, por nosotros. Porque la manera en que su rostro se ha nublado delata lo cansado que está y que no va a conducir un solo kilómetro más sin que corramos el riesgo de sufrir un accidente. Por eso, lo he obligado a parar en una gasolinera, al este de Newport, con la misión de dormir un par de horas antes de continuar con el viaje.

-No entiendo por qué estás haciendo esto, bebé. -le hago saber, y él se inclina a besar mis labios para aliviar mi evidente malestar. -Te aseguro que estas fotos no van a servir de nada. Larsson se asegurará de montar alguna historia a su conveniencia que justifique estos golpes, y eso en el hipotético caso de que a alguien le importe. No desperdicies tu tiempo.

-A mí me importa.

-Estoy bien. -insisto.

-No me mientas. -demanda. Y se aparta de mi lado para centrar su atención en la cámara como si, en el fondo, no estuviera tan seguro de hacerme frente. -Me molesta. Y lo único que conseguirás es que te obligue a decirme lo qué estás pensando en todo momento.

-No lo dices en serio.

-Lo hago, amor. -replica.

-¿Pretendes que me vuelva dependiente de ti, Schratter? -le pregunto. He estado sola durante tanto tiempo que la idea de acudir a alguien ante el más mínimo pensamiento me vuelve desconfiada. -Malcriar mi amor te va a salir caro. ¿No dicen por ahí que si el amor es algo es dos que se miran? Pues mi amor, bebé, aúlla como los lobos a la luna. No cree en la mesura ni en la contención. Así que, si eso es lo que quieres, habrá días en los que te necesite para todo, en los que quiera necesitarte para todo. Sin embargo, habrá otros en los que no te querré en lo absoluto y en los que me odiarás por ello. Por eso, ¿estás seguro de lo que me estás pidiendo?

Contengo la respiración, a pesar de ser yo la que no deja de intentar alejarlo de mi lado y de saber que si sigo intentándolo, voy a conseguirlo.

-Ojalá pudieras ver cómo tus esfuerzos por apartarme sólo consiguen ajustar más este nudo, amor. -replica, dándose unos golpecitos en el pecho, lo que me demuestra que este hombre tiene que estar hecho de otro material. -El dependiente debería poder prestarnos las llaves del cuarto de baño. Así que, en cuánto las tenga en mi poder, te curaremos esas heridas.

-Tengo hambre.

-¿Tienes hambre? -pregunta. Sin embargo, el oficial se apodera de mi boca e introduce su lengua en mi interior, aturdiendo mis sentidos hasta la extenuación. -Si no abres bien la boca, ¿cómo voy a poder alimentarte?

✨Naima✨Where stories live. Discover now