14∆ Hay que saber decir adiós

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—¡Se puede saber dónde ha estado metido, señor Schratter! —exclamo, dejándole saber lo molesta que estoy. Aunque la expresión de sorpresa es evidente en su rostro, la confusión y el alivio juegan un papel crucial, sobre todo al sentir cómo mi abrazo se intensifica alrededor suyo. —¡Y tú por qué no respondiste a mis llamadas! ¿Lo has estado ocultando de mí? ¿Es que te has puesto en mi contra, Mike?

—No, claro que no.

—Deja al chico en paz. —sale Schratter en su defensa.

Schratter saliendo en defensa de Mike, me hace pensar que esta vez soy yo quién ha perdido su estima.

—Bebé, ¿por qué me hablas así?

—¿Qué estás haciendo aquí? —me pregunta.

Su voz, algunas veces, es capaz de desprender una frialdad capaz de congelar a Portland entero.

—Vivo aquí.

—Eso no es cierto, señorita Davis. —responde.

Veo cómo sus ojos se desvían hacia Wells que se encuentra parado al lado de su coche sosteniendo mi maleta.

—¿Señorita Davis?

—Schratter, por favor. —suelta Mike algo irritado.

—Bebé, hay una razón por la que me marché con Wells. —le intento explicar, pero mis palabras chocan contra un muro de hormigón y se estampan de vuelta contra mi cara. —Sé que estás enfadado, y con razón.

—Puedes ahorrarte tus disculpas. —comenta, y desvía la mirada en otra dirección para no hacerme frente. —Si ya lo elegiste a él, no necesito oír la razón. Márchate, y agradece a Oshún de mi parte. Que tengas un buen viaje.

¿A Oshún?

Aquella vez, al hablarle sobre Oshún, Schratter me aseguró que le debía demasiado a la diosa yoruba y que se lo agradecería cuándo llegaramos a Big Sur.

—Lo rechacé.

—Te lo dije, Schratter. —suelta Mike con una amplia sonrisa en la boca, aunque Schratter se asegura de decirle con la mirada que nadie le ha dado vela en este entierro. —Vale, entendido. No más apoyo emocional.

—No deberías haber vuelto.

—¿Por qué estás diciendo eso, bebé? —le pregunto, sin dejar de sostener su mano como si creyera que con eso voy a retener su afecto conmigo. —¿Es que ya no me quieres?

Hubiera esperado cualquier cosa menos que su reacción a mi pregunta me llevara a ser arrinconada contra el coche y a que mi boca fuera devorada por la suya como si, de alguna manera, este beso fuera lo único que conseguirá salvarnos de la desolación. Por eso, cuando su rica lengua se adentra en mi cavidad, la mía le da la bienvenida y se somete con toda naturalidad a ella. Ser besada así prende mi sangre de tal manera que me derrito entre sus brazos, y es preciso que Schratter me sujete entre los suyos para no caer, ya que él es de esos que aprecia el cuerpo de su amante más que el suyo propio.

—¿Cómo te atreves a preguntarme algo así, mujer?

—Con el mismo descaro con el que tú me has besado, bebé. —respondo, y señalo tanto a Mike como a Theodore que nos mira un tanto receloso. —Pero, no pasa nada, puedo con ello. Puedo lidiar con el señor Schratter en todas sus vertientes. Sobre todo en la horizontal.

—Já, esa ha sido buena.

—Chico, esa boca. —le gruñe Schratter a Mike que mira la escena como quién ve una película en el cine. Lo que hace que me pregunte en qué momento estrecharon tanto el lazo, al menos, hasta que Schratter capta otra vez mi atención. —¿Qué es lo que exactamente rechazaste?

✨Naima✨Where stories live. Discover now