2∆ La reina de Portland

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-Mentiroso.

-Naima. -repito.

-Embustero.

¿Es que no le ha quedado suficientemente claro?

Soy suyo, y no hay vuelta atrás.

Lo mejor que puedo hacer es ignorar sus insultos, olvidar la terrible ofensa de haberme escupido en la cara y seguir hundiéndome en ella hasta conseguir que se corra en mis brazos. Algunas veces, puedo adivinar lo que se le está cruzando por la cabeza, y, por eso, aquí me tiene. Dándole lo que desea. Yo sé que mi afecto y mi amor no serán aceptados tan fácilmente por ella, que se siente más segura al pensar que este fuego que arde entre nosotros es el reflejo del hambre de nuestros cuerpos, pero, en el fondo, Naima sabe que eso no es cierto. Y, no es sólo por la manera en que su coño envuelve a mi polla, por su estrechez, sino por la manera en que se deja vencer, por el fuego de sus piernas alrededor de mi cintura y por esos gemidos de loba herida que me hacen desear correrme dentro de ella. Aún así, creo que no podría lidiar con otro gesto de desprecio por su parte, no cuando tengo el corazón en carne viva mientras me aseguro de follarla como quiere, como le gusta, aun cuándo esté renunciando a la ternura que me muero por derramar sobre ella. Pero, ahora mismo, debe seguir pensando que yo soy su peor enemigo, y que no puede confiar en nadie.

O, sea lo que sea, lo que pasara con Michael Larsson en la mansión terminará llevándola tras las rejas.

-Más rápido.

-¿Más rápido? -le pregunto. Entonces, la sujeto desde la parte de atrás de la cabeza para que vuelva a mirarme a los ojos, y, de inmediato, es mi polla la que reacciona ante su petición. Se hincha aún más si todavía eso es posible, como si quisiera demostrar algo y vuelvo a hundirme en ella. -¿Es que tienes alguna queja, amor?

-Oh, no.

Naima se deja caer de espaldas, extasiada, mientras yo me acomodo entre sus piernas, y sigo saliendo y entrando en ella buscando alcanzar su profundidad.

-Eso es, sigue.

-¿Así te gusta? -le pregunto, y una de mis manos sube hasta su pecho para alcanzar su pezón oscuro y retorcerlo. -¿Es lo que deseas? Que sea brusco y que te folle hasta hacerte ver las estrellas. ¿Eso es lo que esperas de mí?

-No lo sé, joder.

-¿Qué es lo que sientes, amor?

-Sólo a ti.

Verla tumbada sobre el capó del coche patrulla, con el cabello revuelto y ese rostro sumido en la desesperación, me lleva a inclinarme sobre ella y a tomar su boca en un beso sin compasión. Me moría de ganas de probar sus labios, de regalarme el placer de invadir su boca con mi lengua, a pesar de que, al principio, no duda en rechazar mi contacto de cualquier manera. Ella se resiste a cederme su ternura, sobre todo, su amor, y eso sólo consigue que yo desee esforzarme mucho más para obtenerlo, porque lo anhelo al igual que anhelo mi siguiente respiración.

-Me duele el...labio, Schratter.

-Seré suave, amor.

Y, le suelto, otro beso sin compasión.

-¿Vas a dejar que me corra?

✨Naima✨Where stories live. Discover now