11∆ Por retenerte

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—Es el segundo cigarrillo que te fumas, tío.

Los malditos nervios.

Los malditos nervios son los que me están obligando a fumar para no vaciar mi estómago mientras esperamos la llegada del dichoso Theodore Wells.

—¿Es que le debes dinero o algo así?

—No hables tonterías. —suelto, y cojo el brazo del muchacho para mirar la hora en su reloj de muñeca. —Cómo se atreva a dejarla plantada…No, no se atreverá. La quiere demasiado.

—Eso no suena bien.

—Joder, claro que no suena bien. —reniego.

Ni yo mismo entiendo a qué se debe esta actitud hacia el abogado, aunque me estaría engañando si fingiera que lo único que resuena en mi cabeza es que él una vez fue su amante, y que su sombra nos persigue desde Portland. 

—Naima parece adorar a ese tipo.

—Menuda sorpresa. —digo, un tanto irritado.

—Pero que hayas dado tu brazo a torcer y le reventaras el teléfono a llamadas para asegurarte de que cumpla con su palabra también dice mucho de ti. —comenta.

Mike no tiene ni idea de lo mucho que me costó dar un paso al frente y tomar la decisión de llamarlo, porque hacerlo es lo mismo que admitir lo mucho que lo necesita, o lo que es igual, que todavía existe algo entre ellos.

—Si no viene, me la llevaré. —me digo a mí mismo.

—No me hagas cómplice de tus planes, tío. —suelta Mike volviendo detrás del mostrador al ver a un cliente aparcar frente a la tienda. —Yo no secuestro mujeres.

—Muy gracioso.

—Apaga ese cigarrillo de una vez, aquí no se puede fumar. —me advierte con ese dedo acusador. Me saco el cigarrillo de los labios, lo apago contra la suela de mi bota y me lo guardo en el bolsillo para más tarde. —Espéralo fuera. 

—No me des órdenes.

Empiezo a dirigirme hacia la puerta cuando, de repente, ese radar que desarrollé durante mis años como policía se pone en funcionamiento y me obliga a detenerme para averiguar quién ha sido el causante. Se trata de ese tipo. El que se acerca hacia la tienda usando un chaleco parecido al que Mike llevaba puesto la noche en que lo conocimos. Aunque con distinto logotipo. Y no se trata de la desconfianza que su apariencia, tatuajes o cicatrices producen, sino por ese rostro que distinguiría entre otro par de miles de rostros en esta ciudad. Porque cada vez que éste y su panda bajaban a la ciudad había daños que lamentar, por esa razón, los hosteleros de la zona tomaron la decisión de prohibirles el acceso a varios establecimientos y también de aliarse con la policía.

Aunque no sirvió de nada.

Ellos actúan como amos y señores de la ciudad.

—Ahora entiendo por qué me sonaba tanto. —murmuro al recordar mi reacción aquella noche.

Los Diablos.

O también conocidos como Los perros del diablo. 

Ramírez y yo hemos tenido múltiples encontronazos con los integrantes del dichoso MC, sobre todo, porque son del tipo que les gusta hacer notar su presencia allá a dónde van, y no había noche en la que no acabaran metidos en alguna pelea.

✨Naima✨Where stories live. Discover now