9∆ Si tengo un corazón es para que arda

100 10 1
                                    

Un jarrón de flores, el póster de una película asiática llamada In the mood of love transformado en cuadro, nuevas cortinas y un edredón igual de suave que el algodón han conseguido que sienta este lugar como un hogar. Y eso que un hogar es algo que no he tenido en mucho tiempo. ¡Schratter! El corazón se me agita al escuchar la voz de mi mujer, por eso, dejo el libro que estaba leyendo sobre la cama y corro hacia la puerta porque contemplar su rostro es lo único que he deseado hacer desde que cogió mi auto esta mañana y se marchó al pueblo a disfrutar de su independencia.

Dejándome aquí con esta soledad que hiere.

Y que a ella tanto alimenta.

-Amor.

-Schratter. -repite, y me besa los labios. Me los besa de tal manera que creo que me ha echado de menos y que ha regresado antes de tiempo para volver a mis brazos. -Echarte de menos se está convirtiendo en un trabajo tedioso.

-¿Quieres renunciar a él?

Naima deja caer el cesto al suelo que traía entre las manos y que contienen distintas piezas de frutas, se impulsa y salta envolviendo mi cintura con sus piernas.

-¿Es que te lo parece?

-No, ahora mismo no. -respondo, y golpeo su trasero.

-Si hubieras visto cómo me miraba todo el mundo. No creo que reciban visitantes muy a menudo. -comenta. Naima impregna un beso en mi cuello tiernamente y desliza su nariz detrás de mi oreja haciéndome cómplice de su amor. -No es que no esté acostumbrada a las miradas, pero, a veces, no puedo con ellas. Tal vez, ¿es por mi cabello? O por las joyas que llevo puestas. ¡Son los anillos en mis dedos!

-Es el oro.

Que nos vuelve a todos ciegos.

-Es el oro. -repite.

-Me gusta cómo luce el oro en ti.

-¡Y a mi también, Schratter! -exclama, y rompe un beso en mis labios con la mayor ternura del mundo. -Incluso mi cuerpo no tolera nada excepto el oro. O sino empieza a picarme todo el cuerpo, y a salirme ronchas en la piel.

-¿Y ese tatuaje entre tus pechos? -pregunto.

-Marca de sacerdotisa.

Llevo a la escritora hasta la cama, la dejo caer sobre el colchón y me acerco a la nevera que el señor Lindsay nos ha prestado para sacar una botella de agua.

-Las sacerdotisas deben hidratarse.

-Bobo. -me insulta.

Naima abre la botella, bebe un buen trago y después se la coloca en la frente para refrescarse un poco.

-¿Qué has estado haciendo, bebé?

-Nada importante. -respondo.

-¿Estabas leyendo?

La mujer señala el libro abierto que hay sobre la cama y que, por la emoción de verla, olvidé guardarlo.

-Espera.

-El amante de Lady Chatterley. -dice, al leer el título.

✨Naima✨Where stories live. Discover now