Piruletas de Manzana

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Carlos se le quedó mirando a las dos, y después se echó a reír.

— Perdonad — Carlos dijo — Es que trabajar en urgencias por la noche es bastante aburrido. A veces me gusta gastarle bromas a la gente para subir un poco el ánimo.

— Joder — Violeta dijo, llevándose una mano al pecho — Pues casi me tenéis que ingresar a mi.

— No hagas esas bromas, loco — Ruslana se cruzó de brazos — Pensaba que me iban a extraditar a Ucrania.

Carlos rio de nuevo — No me miréis a mí. Fue idea de Chiara.

— ¿Cómo? — Ruslana preguntó.

— Como lo oyes.

— Puta guiri — Ruslana murmuró — No le gusta que sea la nuera favorita de Juancar.

— ¿Nuera? — Violeta preguntó, girándose a mirarla — Tú no eres nuera ni lo vas a ser nunca. Lo único que eres es una fantasma.

— Muy bonito — Ruslana la miró con los ojos entrecerrados — Solo por eso ya no te voy a invitar a nuestra boda.

— No me vas a invitar porque no va a haber boda.

— Doctor — Ruslana dijo, girándose para mirar al hombre que las veía con una ligera sonrisa — Haga algo. Mi cuñada es homófoba.

— Que no me llames cuñada.

— ¿Entonces te llamo gilipollas?

— No me llames nada y punto.

— Bueno, Chiara va a salir ya — Carlos dijo, cortando la conversación de las dos mujeres — Será mejor que no se exponga mucho al sol en los próximos días, por si acaso.

— Lo que le faltaba, ponerse más pálida aún. Va a traslucir como un papel grasiento.

— Rus, cierra la boca.

— Me refería a los ojos — Carlos las interrumpió — Es recomendable que no le dé directamente el sol unos días. Más que nada para evitar irritación.

— Bueno, le puedes dejar una de tus cincuenta mil gafas de sol — Ruslana le dijo a Violeta.

— ¿Dónde está Chiara? — Violeta preguntó, ignorando a Ruslana para dirigirse directamente al hombre.

— Acompáñeme — Carlos le pidió. Violeta asintió, yendo tras él.

Entraron a uno de los cuartitos donde hacía minutos Chiara había desaparecido, y vio a su novia sentada en la camilla blanca que la hacía ver pequeña y frágil. Tenía los ojos irritados, y uno de ellos estaba cubierto por una gasa y esparadrapo.

— Dios mío, Kiki — Violeta susurró. Acortó la distancia entre ambas y la abrazó.

— Vivi — Chiara dijo. Le dedicó una sonrisa, que estaba algo torcida por la cinta médica que sujetaba la gasa.

Violeta se colocó entre sus piernas y agarró su cabeza. — ¿Cómo estás, mi amor? — preguntó en un susurro, acariciando su mejilla con su pulgar.

— Ahora bien — Chiara le sonrió — La doctora ha sido very nice conmigo.

— ¿Sí? — Violeta apartó un mechón de pelo para poder ver mejor la cara de Chiara.

La piel alrededor de sus ojos seguía roja, aunque la irritación parecía haber bajado bastante. Sus ojos, si bien llorosos, ya no estaban de esa tonalidad rojiza que en su momento le había preocupado tanto.

— Sí. Y mira — Chiara metió su mano detrás de su espalda y al cabo de un momento la puso frente a la cara de Violeta. La pelirroja miró como la inglesa agitaba frente sus ojos varias piruletas — Me ha dado esto.

Mentiras de Jarabe | KiViWhere stories live. Discover now