Piruletas de Manzana

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Estaban en la sala de espera del hospital, junto con el resto de personas que esperaban ser atendidas. Chiara había sido llevada a una de las salitas para ser inspeccionada, y Violeta y Ruslana se habían quedado esperando a petición de la propia Chiara.

En uno de los asientos de plástico incómodos dormía Tana, con la sudadera de su hermana puesta por encima de su cuerpo. Violeta se la había dado cuando vio que Ruslana empezaba a hacer el amago de desabrocharse su chaqueta.

El doctor, que se había presentado como Carlos, había salido hacía escasos minutos para informales del estado de Chiara.

— ¿Cuánto tiempo le queda, doctor?

Violeta golpeó la cabeza de Ruslana al escuchar lo que había dicho, regañandola por sus palabras con su mirada.

— No bromees con esas cosas — Violeta dijo.

Carlos se aclaró la garganta. Violeta le dedicó otra mirada de advertencia a Ruslana antes de prestarle atención completa.

— La paciente está bien — el doctor comenzó — Tiene una pequeña irritación en los ojos. Tendrá que echarse un colirio un par de días, pero todo lo demás está perfecto.

— Muchas gracias. Menos mal.

— ¿Qué fue lo que pasó? — el hombre preguntó — Normalmente cuando aparece una persona que ha sido atacada por gas pimienta, es porque ha sucedido algo grave.

— Eh, bueno... — Violeta dudó un momento — Pasaron cosas.

— Necesito saberlo, o tendré que llamar a la policía.

— ¿Policía? — Ruslana preguntó — Venga, llamales. Tengo ganas de pegar a alguien.

Violeta tapó la boca de Ruslana, y pegó su cuerpo al suyo para evitar que se pudiera escapar. Ruslana en un hospital era como un niño en una tienda de juguetes; si pestañeaba, desaparecería.

— Perdónala, es un poco antisistema.

— Este tipo de casos requieren saber lo que ha sucedido — Carlos dijo, elevando una ceja.

— Chiara es mi novia — Violeta dijo, suspirando — Vivimos juntas, y esta de aquí — señaló a Ruslana — entró en casa por la noche sin avisar. Pensamos que era un ladrón, y fuimos a detenerla. Y pues mi amiga le echó gas pimienta porque también pensaba que era un ladrón.

— Eso no concuerda con lo que me ha dicho la paciente — el hombre dijo. Tenía el ceño fruncido.

— ¿Qué?

— Chiara me ha contado que fue agredida por vosotras dos, de repente. No entiende qué ha pasado. Está muy consternada.

— Eso no es posible — Violeta dijo. Su rostro se estaba tornando de un color pálido.

— Chivata de mierda — Ruslana susurró contra la mano de Violeta.

— Me temo que voy a tener que llamar a la policía.

— Por favor — Violeta dijo, levantando la mano para pedir calma — Déjeme hablar con Chiara. Esto es un malentendido.

— Exacto — Ruslana asintió, empujando la mano de Violeta lejos de su cara — Es que mire usted, la niña es guiri. Y tonta. Se habrá confundido con el idioma y no le habrá entendido bien.

— Me entendió a la perfección, se lo aseguro — el hombre dijo — Permítanme un momento, por favor.

Violeta y Ruslana se quedaron mirando mientras el hombre se alejaba y hablaba por teléfono. A los pocos minutos, caminó de nuevo hacia ellas. Ambas esperaron a que dijera algo.

Mentiras de Jarabe | KiViWhere stories live. Discover now