Misión Billete

11.6K 730 101
                                    

Había sido una semana muy ocupada para Violeta.

Para empezar, había tenido que preparar la habitación de Chiara para que Tana pudiera dormir ahí (había tirado las sábanas y comprado otras nuevas porque no sabía que había hecho Chiara en esa cama y tampoco quería descubrirlo). Se había tenido que inventar una excusa a por qué Chiara tenía su propia habitación si eran novias ("Chiara tiene horarios muy raros" le dijo; "Hay veces que duerme en la otra habitación para no despertarme"). Después, había tenido que actualizar su currículum, y escuchar a Ruslana fardar de cómo iba a ser una enchufada gracias a ella, y volver a escucharla de nuevo cuando la llamó para decirle que le había conseguido una entrevista de trabajo. También había tenido que ir a dicha entrevista de trabajo, y bordarlo. Y para terminar, había tenido que llamar a su empresa e informarles de que dejaba su puesto de trabajo.

Todo mientras Chiara estaba en el sofá todo el día, con la pierna aún escayolada sobre la mesa, y su guitarra entre las manos.

— ¿Qué quieres cenar? — Violeta le preguntó de mala gana, yendo hacia la cocina.

Estaba estresada. Empezaba su nuevo trabajo en dos días, y el síndrome del impostor parecía haberse mudado a su cabeza y no querer irse.

— ¿Eh? — Chiara levantó la cabeza, colocándose mejor las gafas negras que de vez en cuando se le resbalaban por el puente de la nariz — ¿No le toca cocinar a Tana hoy?

— Ha salido — Violeta dijo, caminando hacia el salón donde Chiara estaba aún tocando la guitarra — Una de sus amigas ha venido a Madrid a verla y va a cenar con ella para hablar sobre todo lo de Roberto.

— Entonces siéntate — Chiara dijo, poniendo su guitarra en el suelo con cuidado — Ya me encargo yo de la cena.

— Gracias — Violeta se sentó en el sofá y suspiró cansada.

— ¿Quieres chino o KFC?

Violeta abrió los ojos, y vio a Chiara mirando su móvil. Cuando la pelinegra no obtuvo respuesta, levantó la cabeza. Sus ojos se encontraron, y Chiara tragó saliva.

— Estaba de broma — dijo, bloqueando su móvil — ¿Quieres pasta?

— Es muy pesado para la noche.

— Pasta es lo único que sé cocinar.

Violeta la miró, sin poder creérselo — ¿Ni un huevo frito?

— Los huevos fritos me asustan. Hacen mucho ruido.

— Chino entonces.

— Perfecto — Chiara sonrió. Desbloqueó su móvil y estuvo cinco minutos mirándolo, y cuando terminó le sonrió — Hecho.

— Bien.

Chiara se acercó a ella y la abrazó. Violeta reposó su cabeza en su hombro. Estuvieron largos minutos en silencio, hasta que la inglesa habló.

— He pedido pollo al limón y tallarines, y arroz. Tres menús, por si Tana vuelve con hambre.

— Joder, Kiki — Violeta se frotó la cara — Los tallarines son pasta.

— Bueno, pues me los como yo.

— ¿Y yo me como el pollo? Eso engorda muchísimo.

— Pero, ¿qué dices? — Chiara la abrazó más fuerte — Amor, si eso apenas engorda. Por cenar una noche chino no va a pasar nada. Y aunque pasase, seguirías siendo guapísima.

— Ya, claro — Violeta murmuró — Seguro que si me pongo gorda no te gustaría.

— Tonterías. Me empezaste a gustar cuando vomitaste en tu rellano y acto seguido me metiste la lengua hasta la campanilla.

Mentiras de Jarabe | KiViDonde viven las historias. Descúbrelo ahora