Hazlo Despacito, Mami

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Había sido un día perfecto para Chiara.

Tras un mes con la escayola, esa mañana había ido con Violeta al hospital y por fin se la habían quitado. Nunca se había sentido tan liberada; la sensación le había recordado a cuando llegaba a casa tras todo el día fuera y podía por fin quitarse el sujetador y ponerse el pijama, pero exacerbada.

El día sólo pudo mejorar cuando, ante el requisito del médico, fueron a dar una vuelta para que así pudiera ver si la pierna le molestaba al caminar. Anduvieron media hora, cada una con un casco puesto mientras escuchaban canciones que la otra le recomendaba, y Chiara no sintió ninguna molestia en todo el transcurso. Para celebrar que por fin su pie estaba recuperado, comieron en un restaurante que Violeta siempre había querido probar.

Tras eso, regresaron a casa, que estaba libre ya que Tana había conseguido un trabajo hacía poco. Algo sencillo; trabajaba de camarera en unos de los bares cerca de donde vivían. El sueldo no era perfecto, pero le servía para ahorrar dinero hasta que pudiera acceder a la universidad en septiembre.

En casa comieron de nuevo para celebrar, esta vez la una a la otra.

— No voy a echar de menos la escayola — Violeta comentó. Chiara, que se encontraba descansando sobre su pecho, levantó la cabeza.

— ¿Qué? — preguntó.

Violeta sonrió, besando su frente. — Que no voy a echar de menos la escayola.

— Yo tampoco — Chiara levantó la pierna y giró el pie, regocijándose en la libertad que le invadía el cuerpo — Ha sido horrible.

— Ya no tienes excusa para no hacer la cena — Violeta dijo.

— Sí la tengo — Chiara la abrazó, escondiendo su cabeza en el cuello de Violeta — No quiero que se presenten en casa los bomberos.

— Ah, ¿no? — Violeta acarició su espalda — ¿Por qué?

— Quizás alguno te enamora — Chiara dijo.

— Mhm... — Violeta la abrazó con más fuerza — La verdad es que suelen ser muy guapos.

— ¿Y eso cómo lo sabes? — Chiara preguntó. No había ningún tono de reproche en su voz. Sonaba curiosa, y Violeta pudo leer al instante que solo le estaba siguiendo la broma.

Chiara no estaba celosa, y Violeta lo sabía. También sabía que no precisaba justificar sus palabras; no tenía esa necesidad de explicar porqué había dicho lo que había dicho.

Chiara no la juzgaba, y no analizaba cada palabra para cuestionar sus intenciones, ni las memorizaba para reprochárselas durante una discusión.

Violeta no pudo evitar sonreír; nunca se había sentido tan libre y tan poco juzgada como cuando estaba con Chiara.

— Ruslana se compra todos los años el calendario de los bomberos de Motril — Violeta dijo.

— No me sorprende viniendo de ella — Chiara sonrió — ¿Pero segura de que tú no lo has comprado nunca?

Violeta se sonrojó, y Chiara rio ante su silencio.

— Te pillé — Chiara se levantó para poder juntar sus frentes — Cuando quieras te hago un calendario.

— ¿Sólo para mí? — Violeta preguntó. Pasó sus manos por el pelo de Chiara, juntándola más contra su cuerpo.

— Sí — Chiara la besó — Todo lo mío es tuyo.

— Qué romántica te pones — Violeta sonrió contra sus labios — Cómo se nota que quieres follar.

— ¿Yo? Para nada.

Mentiras de Jarabe | KiViDonde viven las historias. Descúbrelo ahora