La Apuesta

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- ¿Qué tienes? - Enid siguió con la mirada a Merlina quien, desde que habían regresado a la habitación, no dejaba de caminar de lado a lado y eso había sido ya media hora atrás.

- Dolor de cabeza - respondió la más baja sin detenerse.

- Ya se me hacía raro que fruncieras tanto el ceño - la loba miró alrededor durante unos segundos antes de regresar rápidamente a su compañera - ¡¿Entonces por qué no te quedas quieta?! -

- No voy a dejarme derrotar por una simple jaqueca - Claro, era muy poco común que Merlina se enfermara o sufriera de algún dolor del que no disfrutara, por lo que no sabía como sobrellevarlos.

- Por supuesto que no - la rubia negó con la cabeza - Pero me estás poniendo nerviosa, siéntate y dime qué tanto piensas -

Y así lo hizo, tan ensimismada que no consideró la silla en el escritorio o todo el espacio vacío en la cama, automáticamente tomó lugar al lado de la loba, tan cerca que sus brazos se rozaban.

- ¿Algo que quieras compartir? - habló la rubia mirándola de reojo.

- No realmente, solo que son demasiadas cosas - respondió la más baja con un suspiro cansado - Primero tú, lo de mi abuelo, todo lo de mi madre y Weems... - apoyó un codo en su rodilla y la frente en su mano - Ya no sé qué pensar -

- Es normal - tranquilizó la mayor - A mi me tomó tiempo asimilar que mis padres habían sido mordidos - admitió sintiéndose mejor de poder hablarlo abiertamente - Luego mucho más entender que no podíamos seguir siendo cazadores, que tenía que alejarme de todo y todos con los que crecí - miró sus manos y suspiró - Y después tenía que aceptar que mi padre... - se detuvo en seco, había empezado a divagar.

- ¿Qué pasa con él? - preguntó Merlina girando la cabeza en su dirección.

- Él... - la rubia jugó con sus dedos y permaneció en silencio un par de minutos, después de todas las revelaciones que habían tenido ese día no creía que era el momento para otra - Lo... Asesinaron un grupo de... Vampiros... - mintió de la misma forma en que le habían mentido a ella durante dos años.

- No lo sabía... - claro que no - ¿Cómo...-

- Acababa de ser convertido y ya sabes que en ese periodo es difícil controlar los instintos y medir ciertas cosas... - negó con la cabeza - Supongo que estaba en el lugar equivocado, en el momento equivocado -

Hubo un lapso de silencio en el que los ojos de la más baja viajaban por las tablas del suelo de la habitación, como si ahí pudiera encontrar las respuestas a sus dudas.

-¿Dolió? - preguntó de un momento a otro.

- ¿A qué te refieres? - la rubia inclinó la cabeza hacia un lado confundida.

- La transformación... - respondió insegura.

- Bueno... - la más apretó la tela de sus pantalones y la fue soltando lentamente - La verdad no importa cuánto estudies acerca del tema, ni cuánto te prepares o cuánto creas saber... - habló mientras recordaba el proceso - Nunca se está listo para que tus huesos se rompan y se re acomoden, tampoco para que tus músculos se desgarren o tu piel sea atravesada - un escalofrío recorrió su espalda -Es esa cantidad de sensaciones nuevas las que te asustan y el temor lo hace aún mucho peor - admitió intentando que no sonara tan terrible como era - La primera vez fue la más horrible de todas, estaba tan asustada... Aunque por suerte tenía a mi mamá quien aunque era nueva, nos dio algunos consejos -

Merlina tensó la mandíbula ante las palabras de su compañera, sabía por el bestiario que las transformaciones de los hombres lobo no eran para nada placenteras y así como los cazadores veían a todas las especies no humanas, era una "maldición" y no podía evitar sentirse mal porque Enid tuviera que pasar por eso.

Sombras Entrelazadas (Wenclair) Where stories live. Discover now