La Visitante

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- ¿Cómo sigue Morticia? - preguntó una joven de cabello corto peinado con dedicación hacia atrás.

- Con todos los medicamentos que le han aplicado, en un par de días no tendrá más que pequeñas cicatricez - explicó Merlina mientras recogía las dagas que momentos antes estaba lanzando contra una diana.

Se encontraban en la sala de armas, era normal para ella pasar las horas ahí, entrenando para ser la cazadora más fuerte y poder tomar el lugar de su madre.

- De todos modos ¿Qué fue todo eso? - continuó la otra chica mientras sus ojos de un verde claro admiraban la gran espada en su mano - Fue casi como si los dejaras escapar - ante la insinuación Merlina tomó uno de los afilados objetos y lo lanzó con tal fuerza contra el metal, que la espada cayó al suelo con un tintineo resonante - ¡Hey! -

- Son nuestros enemigos, jamás tendría piedad - respondió en un tono sombrío que erizó los pelos de su compañera.

- Jeez, relájate ¿quieres? - la de cabello corto alzó nuevamente el arma y la puso en su lugar, dos soportes plateados fijos en la pared - Solo quiero entender por qué no atacaste -

- Si lo hice - replicó la joven Addams - Ambos quedaron con heridas sangrantes - especificó con obviedad.

- Me impresionaría de no ser por que en otra ocasión hubieran sido dos cadáveres - tenía razón y por eso mismo no quería hablar del tema, no hasta que descubriera el por qué de su extraño actuar y resolviera esa confusión en su cabeza.

- Responderé por mis errores, Divina - la nombrada se encogió de hombros y continuó mirando el arsenal.

No hacía mucho que ambas se conocían, la joven de ojos claros había quedado huérfana desde pequeña sin un hogar estable hasta que fue amparada por un grupo de cazadores viajeros, un par de meses atrás fue incluida en la fila de guerreros, no obstante, aún no estaba lista para ir al campo de batalla.

- Pericles no tardará en llegar - la joven Addams observó el reloj en lo alto del salón - Podemos ir calentando - más que una sugerencia, era una orden, así que con paso rápido, Divina se acercó a ella para un amistoso mano a mano.

Merlina tenía experiencia como tutora y no podía decir que lo odiaba, le servía para repasar posturas y técnicas básicas a la vez que aprovechaba cada oportunidad para desestabilizar a su oponente y observarlo desde una posición de superioridad.

Sin embargo, no siempre había sido de esa manera, antes lo detestaba hasta aquella chica en la academia, hasta que se sorprendió a si misma eligiendo la compañía por sobre su acogedora soledad y hasta que la dejó.

*Tock Tock*

La puerta sonó justo cuando Divina caía de cara en la delgada colchoneta y Merlina soltaba su brazo para ir a abrir, aunque se le hacía extraño, su hermano no era de los que golpeaban al entrar, él se movía por el lugar como si fuera el dueño de todo y de cierta forma, lo era.

- Largo - saludó con educación al hombre alto de rostro anguloso y tez grisácea quien la había visto crecer, ganándose no solo su confianza sino también su respeto, era de los más peligrosos guerreros y su lealtad estaba con ellos.

- Ha llegado visita -

- La hora de entrenamiento es indispensable, seguramente nuestro invitado puede esperar - respondió restándole importancia.

- Se lo hice saber, aún así insistió que sería usted quien ansiaría verle - Merlina levantó una ceja levemente intrigada y el hombre la miró a los oscuros ojos, lo cual no era usual, antes de añadir - Me atrevo a darle la razón -

Sombras Entrelazadas (Wenclair) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora