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Su dormitorio es grande. Desde los ventanales se ven los iluminados rascacielos de Seattle. Las paredes son blancas, y los accesorios, azul claro y violetas. La enorme cama es ultramoderna, de madera maciza color violeta, con cuatro postes pero sin dosel. En la pared de la cabecera hay un impresionante paisaje marino.

Estoy temblando como una hoja. Ya está. Por fin, después de tanto tiempo, voy hacerlo, y nada menos que con Spreen de Luque. Respiro entrecortadamente y no puedo apartar los ojos de él. Se quita el reloj y lo deja encima de una cómoda que hace juego con la cama. Luego se quita la chamarra y la deja en una silla. Lleva la camisa blanca de lino y unos jeans. Es guapo hasta perder el sentido. Su pelo azabache está alborotado y le cuelga la camisa... sus ojos violetas son audaces y brillantes. Se quita los converse y se inclina para quitarse también los calcetines. Los pies de Spreen de Luque... Wow... ¿Qué tendrán los pies descalzos? Se gira y me mira con expresión dulce.

—Supongo que no tomas píldora.

¿Qué? Mierda.

—Me temo que no.

Abre el primer cajón y saca una caja de condones. Me mira fijamente.

—Tienes que estar preparado -murmura —¿Quieres que cierre las persianas?

—No me importa -susurro —Creía que no permitías a nadie dormir en tu cama.

—¿Quién ha dicho que vamos a dormir? -murmura.

—Oh.

Madre mía.
Se acerca a mí despacio. Está muy seguro de sí mismo, muy sexy, y le brillan los ojos. El corazón se me dispara y la sangre me bombea por todo el cuerpo. El deseo, un deseo caliente e intenso, me invade el vientre. Se detiene frente a mí y me mira a los ojos.
Oh, es tan sexy...

—Vamos a quitarte la chamarra, si te parece -me dice en voz baja.

Agarra las solapas y muy suavemente me desliza la chamarra por los hombros y la deja en la silla.

—¿Tienes idea de lo mucho que te deseo, Roier Luckity? -me murmura

Se me corta la respiración. No puedo apartar mis ojos de los suyos. Alza una mano y me pasa suavemente los dedos por la mejilla hasta el mentón.

—¿Tienes idea de lo que voy a hacerte? -añade acariciándome la barbilla.

Los músculos de mi parte más profunda y oscura se tensan con infinito placer. El dolor es tan dulce y tan agudo que quiero cerrar los ojos, pero los suyos, que me miran ardientes, me hipnotizan. Se inclina y me besa. Sus labios exigentes, firmes y lentos se acoplan a los míos. Empieza a subirme la camiseta, besándome ligeramente la mandíbula, la barbilla y las comisuras de la boca. Me la quita muy despacio y la deja caer al suelo. Se aparta un poco y me observa. Por suerte llevo el top negro de encaje, que me queda estupendo.

—Roier... -me dice —Tienes una piel preciosa, blanca y perfecta. Quiero besártela centímetro a centímetro.

Me ruborizo. Madre mía... ¿Por qué me dijo que no podía hacer el amor? Haré lo que me pida. Me agarra de la coleta, la deshace y jadea cuando la melena me cae en cascada sobre los hombros.

Los Juegos Oscuros De Un MillonarioWhere stories live. Discover now