Angustia

498 59 46
                                    

Capítulo 95


Narradora


Había pasado algunos días después de la visita de Tōtōsai. Si bien todavía no había un acercamiento y reconciliación entre Sesshōmaru y sus padres, al menos el albino sintió que se había desechó de una carga muy pesada que durante años no le había permitido vivir a plenitud. El rencor hacia sus padres lo había vuelto duro.

Rin no quería insistir para que los buscara, sabía que debía pasar a su tiempo, pues forzar las cosas no serviría de nada. Por otro lado, Tōga e Irasue se mantenían al tanto de la castaña y de las mellizas, todavía creían que su hijo podría explotar contra ellas como aquella noche y hacerles daño.

Pero ese no era el momento para lamentarse por el pasado. La castaña recibió una llamada esa misma mañana para avisarle que Kagome iba directo al hospital para dar a luz. Su sonrisa era enorme, sabía cuán deseada era esa bebé y ahora estaba a punto de llegar al mundo para iluminar los días de sus padres y de su abuela que estaba segura, la consentiría sin límites.

—Me encantaría que vinieras conmigo —dijo al albino observándolo a través del espejo de su tocador mientras seguía acomodando su larga cabellera castaña. 

—No quiero toparme con Inuyasha, suficiente tengo con soportar sus reclamos en la constructora. Cuando tu hermana esté instalada en su casa iré a conocer a la niña —Rin comprendía que sería en vano insistirle. El peliplata le había contado de todas las veces en las que su cuñado no paraba de hablar pestes de Tōga e Irasue como si Sesshōmaru fuese el causante de su reconciliación.

—Está bien… —cuando por fin terminó de arreglarse, la joven mujer fue directo a sentarse en su regazo —no tardaré, cuando vuelva me gustaría que saliéramos a dar un paseo, ¿te agrada la idea? —el albino asintió al mismo tiempo que acariciaba la suave piel de las piernas de su mujer —Sessh… —lo reprendió con la respiración que comenzaba a agitarse.

—Tengo muchas ganas de follarte, Rin… —un escalofrío le recorrió la espalda. Cuando Sesshōmaru le hablaba de esa manera todo su ser temblaba.

—Lo hicimos tres veces esta mañana, deberías aguantar un poco hasta la noche, mi amor. Tengo que ir a conocer a nuestra sobrina —lejos de calmarlo, el albino siguió recorriendo su cuerpo hasta llegar a los botones de su escote.

—¿Te había dicho que tu olor hace que mi polla se ponga dura? —la había dejado sin aliento, tuvo que apretar las piernas debido a la creciente excitación que imploraba desnudarse y entregarse al hermoso hombre de ojos dorados.

—N… no… no me habías dicho eso nunca… —la castaña ya estaba jadeando cuando los botones fueron abiertos uno a uno hasta sentir el aire en sus senos cubiertos apenas por un bonito sostén de encaje.

—Me vuelves loco, muñeca; tu cuerpo me excita como no te imaginas… Quisiera follarte una y otra vez, me importa muy poco si la empresa de va a la quiebra, me quedaría aquí contigo todo el día para hacerte el amor —la castaña sonrió, saber que despertaba esa clase de sentimiento en el hombre que amaba, le hacía latir el corazón repleto de felicidad.

—Pero no podríamos, tenemos dos hijas, sería imposible estar en la cama todo el tiempo —rió bajito.

—Pues encontraría la manera de estar con nuestras hijas y tener tiempo para hacer el amor contigo a toda hora —se puso de pie sorprendiendo a la castaña. Caminó cargándola con sus enormes manos en su trasero para dejarla caer en la cama con él encima.

—Ay amor, te juro que quisiera hacerlo, pero tengo que irme al hospital —nada más decir eso, Sesshōmaru ya había hecho a un lado sus bragas metiendo dos de sus dedos en ella —¡Aaaaahhh, Sessh!

Un seductor enamoradoWhere stories live. Discover now