A las puertas del infierno

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Capítulo 79

Narradora

Muchas horas lo separaban de Rin y sus hijas. El maldito jet no estuvo listo sino hasta casi dos horas después de haberse enterado de lo que Jaken le dijo.

Comunicarse a Suiza estaba siendo complicado pues la maldita recepción del hotel no era nada buena por encontrarse entre las montañas. Intentó varias veces llamar a Ah y a Un, incluso a Emma; sin embargo las llamadas nunca pudieron realizarse y, no quería asustar a Rin, además, ella le había dicho la última vez que hablaron que se sentía algo mal y que dormiría temprano.

—¿Está seguro que no quiere que vaya con usted?—   preguntó Jaken, el anciano también estaba preocupado.
—No, te necesito aquí para que investigues lo que pasó con ese material, algo me dice que esto está relacionado también con Zero. Naraku y Nina tienen instrucciones de lo que tienen qué hacer, confío en ti—   Jaken asintió, no era el momento para contradecirlo.

El que sí insistió y no aceptó una negativa fue su padre, Tōga no estaba dispuesto a dejar a su hijo solo en esto; él lo acompañaría, irían por su nuera y nietas y las traerían de vuelta a Japón, él le ayudaría a su primogénito a cuidar de ellas.

Izayoi por su parte, prefirió quedarse y mantenerlos al tanto de lo acontecido en Osaka, sería de más ayuda allí que en Suiza.


Emma abrió los ojos escuchando los leves ruiditos de una de las mellizas, seguro era Towa. La joven se levantó estirando sus brazos lo más que pudo, había pasado una buena noche porque las niñas eran unos angelitos que ya no se despertaban constantemente durante la noche.

Tenía que llevárselas a Rin, la reserva de leche se terminó por la noche y no tardarían en pedir comida.
—¡Buenos días, princesas!, mamá las debe estar esperando  —como siempre, las dos bebitas ya despiertas y algo somnolientas sonrieron emocionadas al verla.

Antes de salir se puso una bata gruesa sobre su pijama, estaba haciendo frío. Acto seguido, colocó a las niñas en su carrito y salió de su habitación.

Fuera de la puerta de la habitación principal, Ah esperaba sentado en una incómoda silla.
—Buenos días, Ah, ya puedes ir a dormir, la señora se sentía un poco mal anoche así que supongo que hoy no saldremos al jardín  —el enorme guardia se levantó bostezando al mismo tiempo, estiró un poco sus extremidades y tomó la silla en sus manos.
—Debe seguir durmiendo, no la he escuchado levantarse    —le dijo a la joven.
—Supongo que así es; pero, estas princesas ya deben comer y si no se las llevo pronto, verás el escándalo  qué hacen  —dijo divertida.

El hombre terminó de despedirse y se encaminó al final del pasillo en donde estaba la habitación que compartía con su hermano; la más cercana a los elevadores, la habitación que servía como filtro para que nadie que ellos no permitieran pudieran pasar hasta la recámara de los señores.

Las mellizas comenzaban a impacientarse, así que Emma se apresuró a llamar a la puerta… No hubo respuesta, pensó que tal vez la castaña estaba profundamente dormida o tal vez dándose una ducha, por lo tanto, podía entrar.

Sin poner mucha atención a su alrededor cruzó la alcoba hasta acercarse a la cuna de las niñas y fue hasta ese momento en el que se dio cuenta de que la cama estaba vacía, además, estaba helando ahí dentro.
Pensando que Rin estaba tomando una ducha se acercó hasta el baño llevándose la sorpresa de que este, estaba igualmente vacío.

—Qué raro…  —se dijo volviendo con las niñas. El frío era intenso, las ventanas estaban cerradas. Siguió la corriente de aire hasta darse cuenta de que la puerta del balcón estaba abierta de par en par. Más extraño todavía pues Rin no salía nunca por ese lado del jardín, Sesshōmaru se lo había prohibido porque la madera se notaba desgastada; le había prometido que esa zona sería parte también de las reformas al hotel, quería hacer algo especial en esa parte de su recámara para la castaña.

Un seductor enamoradoWhere stories live. Discover now