Una Vez Al Daño No Hace Año

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Sin pensarlo, apretó con fuerza el brazo de Ruslana y la separó del cuerpo de Chiara. El empujón hizo que la chica acabara tumbada al lado de la inglesa. Las dos se miraron y se empezaron a reír.

— ¿Qué cojones os habéis tomado? — Violeta preguntó. Su manos temblaban, asi que decidió aferrarse a la tela de su falda.

— Marihuana — Chiara dijo, sonriendo.

Violeta la miró, con el rostro serio — ¿Te van esas cosas?

— Una vez al daño no hace año — Chiara respondió, encogiéndose de hombros.

— Es al revés — Ruslana la corrigió.

Chiara se quedó pensativa un momento — ¿No hace año una vez al daño?

— Exacto — Ruslana asintió con la cabeza.

Violeta miró a la otra pelirroja, su corazón aún latiendo con fuerza. Sentía algo dentro de ella que estaba a punto de explotar, y no quería que sucediera; cuando eso pasaba, se llevaba a todo y a todos por delante.

— Vete.

Ruslana la observó, con una sonrisa — Violetita, eres una enfadica.

— No estoy de broma, Ruslana. Vete.

— Pero quiero quedarme con Kiki — la bielorrusa dijo con voz de bebé, abrazándose al brazo de Chiara. La morena hizo un puchero.

— ¡Vete! — Violeta dijo, abriendo la puerta. Las dos chicas de la cama se la quedaron mirando, sin saber bien qué hacer. La tensión en la habitación solo se consiguió romper cuando Tana entró, mirando a su hermana.

— ¿Qué ha pasado?

— Llévate a Ruslana de aquí ahora mismo.

Tana la observó. Una de las manos de su hermana sujetaba el manillar de la puerta, y la otra apretaba su falda. Tenía la mirada algo ida; a kilómetros había quedado la persona que había sido antes, con la que se había reído y charlado por horas.

— Venga, Rus — Tana fue hacia la cama y ayudó a la pelirroja a levantarse. La chica la abrazó casi de inmediato, apoyando su cabeza en el hombro de la morena — Vámonos.

— Al infinito y más allá — Ruslana declaró, subiéndose a la espalda de Tana. La motrileña se tambaleó momentáneamente, y acto seguido puso sus manos en los muslos de Ruslana para evitar que se cayera. Sin siquiera mirar a su hermana, salió de la habitación.

Violeta cerró la puerta, y apoyó su frente contra ella. Chiara la observó; el gesto le recordó a cuando volvía de casa por las noches cansada. Parecía que había pasado una eternidad desde esos momentos en los que la veía agobiada y solo quería distraerla con la primera tontería que se le ocurriera. La diferencia entre esos días y en el que vivía actualmente era que ya tenía la libertad de ayudarla de verdad.

Chiara se levantó de la cama con dificultad, por culpa de la escayola, y fue hacia la chica. Cuando estuvo frente a su espalda, la abrazó con fuerza, besando su hombro. Sus manos acariciaron su cintura, pero las apartó con cierta prisa cuando notó el cuerpo de Violeta tensarse.

— No me toques, por favor — Violeta pidió, con la voz casi quebrada.

Luchando contra el instinto que le pedía abrazarla y abrazarla hasta que aceptara su afecto y se calmara, se alejó. Puso distancia entre ellas, sentándose de nuevo en la cama.

— ¿Violeta?

— Perdón.

La pelirroja seguía con la frente apoyada contra la puerta, y hacía que su voz sonase amortiguada. Pero en el silencio de la habitación, Chiara podía escuchar hasta la respiración entrecortada de Violeta.

— No tienes que pedir perdón — Chiara puso las manos bajo sus muslos para evitar la tentación de estirarlas hacia ella.

Era como si su piel picase y estuviera pidiendo a gritos acariciar la de Violeta.

— No debería haber gritado — murmuró Violeta.

— Rus puede ser un poco estresante — Chiara sonrió de soslayo — Y yo mucho más. Ya si nos juntas...

— Esto no tiene nada que ver contigo — Violeta por fin apartó su frente de la de Chiara y se giró.

La inglesa clavó sus dedos en sus muslos al ver el rostro de Violeta lleno de lágrimas. No me toques, le había pedido, así que no la tocó por más que quería.

— Vivi — Chiara dijo.

Se sentía algo confusa. No sabía cómo habían llegado a ese punto; un momento se estaba riendo con Ruslana y al siguiente... al siguiente parecía que estuvieran en un funeral.

Violeta se dejó caer hacia el suelo. No despegó la espalda de la puerta, como si quisiera saber que estaba ahí en caso de necesitar huir, y la camiseta que llevaba se levantó por el roce. Abrazó sus piernas y se quedó mirando a su regazo.

Chiara nunca la había visto así, tan vulnerable, tan rota, tan... tan pequeña.

— ¿Vivi? — preguntó, porque no sabía qué más hacer.

— Ya se me pasa — Violeta murmuró, poniendo sus manos en su cara — Perdona, Kiki. Es solo que... no sé.

— No me lo tienes que decir si no quieres.

— Quiero decírtelo — Violeta apartó sus manos de su cara y le dedicó una mirada de tristeza a Chiara — Deberías saberlo.

— Tómate tu tiempo — dijo. Incapaz de estar sentada sin hacer nada, se levantó y caminó hacia la pared donde estaba Violeta apoyada. Poniendo distancia entre ellas, se sentó tras maniobrar un poco con la escayola y miró a la pelirroja — Te voy a escuchar el tiempo que necesites.

— Me has recordado a alguien, cuando me has abrazado así.

Chiara tragó saliva — ¿Alguien malo?

Violeta sonrió, y Chiara observó como uno de sus hoyuelos se formaba en su mejilla — Sí. Supongo que sí.

— Me... ¿Me quieres contar más sobre eso?

Violeta inspeccionó su ojos, tan abiertos y sinceros, y estiró su mano. Chiara miró sus dedos, que temblaban levemente, y se aferró a ella.

— Mi ex — Violeta dijo por fin, tras un largo silencio — Con la que vivía. Se llamaba Carla.

Chiara no dijo nada, tan solo se acercó más a ella para que Violeta pudiera reposar su mano en su regazo.

— Nos conocimos por internet hace años, cuando aún estábamos en el instituto. Nos gustaba la misma serie y estábamos en un grupo de Tuenti. Solo éramos amigas; por ese entonces no se me pasaba por la cabeza que quizás me gustaban las chicas — Violeta negó con la cabeza.

— ¿Y qué más? — incitó con delicadeza Chiara.

— Ella era de Madrid, niña con padres adinerados. A los dieciocho tenía casa propia y trabajo en la empresa de su madre — Violeta se quedó callada un momento, y Chiara jugó con los anillos que la pelirroja tenía en sus dedos — Cuando me aceptaron en la universidad Complutense de Madrid, le comenté todo y me dijo que podía irme a vivir con ella hasta que encontrase mi propio piso.

— Y aceptaste.

— Claro. Así podía trabajar un par de meses y ahorrar, y mientras buscarme un piso decente. Sería tonta si dijese que no.

Chiara asintió, mirando fijamente a Violeta. Tenía miedo de abrir de nuevo la boca y hacer que la de la pelirroja se cerrara por completo.

— En septiembre me planté en Madrid con cinco cajas de mudanzas que mi padre me ayudó a subir, y a los pocos días empecé la universidad — Violeta suspiró — Y la convivencia con Clara era perfecta. Respetaba mis espacios, no me metía presión para que me buscara un piso, y pagaba los gastos de la casa. Me sentía aceptaba por ella. Me enamoré de ella.

Chiara apretó la mano de Violeta cuando vio como la primera lágrima caía. Quería secarlas con sus dedos; quería meterse dentro de su cabeza y borrar de su cerebro cualquier recuerdo que pudiera tornar triste sus días.

Pero no podía. Así que se limitó a escucharla. Sería su papelera emocional donde Violeta desecharía todo lo malo que tenía dentro.

Mentiras de Jarabe | KiViWhere stories live. Discover now