Una psiquiatra llevada por sus pasiones se adentra a un oscuro mundo lleno de secretos manchados de sangre y deseo, de dónde tratará de escapar a como dé lugar llevándose consigo varias sorpresas. Entre ellas, un hombre con una alma enardecida, que...
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El líquido resbala por mi garganta mientras admiro aburrida los detalles a mi alrededor y disfruto el sabor amargo del café. Mi cadera reposa sobre la encimera de la cocina. Todos han vuelto del trabajo, pero cada quien ha ido a su habitación para estar en su propio mundo, supongo.
Azriel también se fue hace una hora, y no volvimos a hablar mucho después de aquello. Él está muy ensimismado en la investigación, así que prefiero no molestarlo. Ya tiene mucho con venir a hacer de niñera. Ese hecho me gusta y, a la vez, me hace sentir como una niña pequeña que necesita cuidados todo el tiempo, lo cual me molesta en cierto punto. Sé que ahora él tiene mucho trabajo y anda frustrado por no hallar el paradero de ese psicópata, y siento que quizás soy una carga más.
Lavo la taza vacía y la dejo en su lugar. Me quedo unos instantes analizando cómo una gota del grifo cae y se pierde entre las cañerías. Sin embargo, mi mirada se desvía hacia la puerta a mi derecha, que da paso al patio trasero, y sin darme cuenta, ya estoy caminando hacia ella.
Desde la última vez que paseé con Azriel, no he vuelto a ir a esa parte de la propiedad. No me siento segura estando fuera de estas paredes. Aún así, mi mano abre el picaporte. El aire frío me golpea, haciéndome abrazarme a mí misma en busca de mi propio calor.
Observo el espeso bosque oscuro. Las luces de la casa iluminan el patio, pero no son suficientes para ir más allá en la oscuridad. Todo se siente tan tranquilo; solo se escucha el leve canto de algunos insectos. Nada parece perturbar la calma de la noche, que ya cae como un velo negro sobre la ciudad. Desde mi ubicación, puedo percibir algunos puntos brillantes en el cielo, ventajas de vivir en lo alto de la ciudad y de que no sea tan grande como para que la contaminación luminosa afecte la visión del cielo nocturno.
Admirarlo me hace sentir pequeña ante su elegante grandeza, y pensar que hay miles de almas bajo este mismo manto. El universo es increíblemente grande; existen tantas cosas que es imposible conocer todos los enigmas.
Es asombroso cómo la vastedad del mundo nos recuerda nuestra propia pequeñez. Cada uno de nosotros es solo un punto en este vasto universo, y nuestras preocupaciones, a menudo, pueden parecer insignificantes en la inmensidad del tiempo y el espacio. Sin embargo, a pesar de esta insignificancia aparente, cada persona tiene el potencial de causar un impacto, ya sea positivo o negativo, en el mundo que habitamos. La diversidad de culturas y perspectivas enriquece la experiencia humana, pero también puede dar lugar a conflictos y desafíos. Es nuestra responsabilidad elegir cómo navegamos en este mundo, teniendo en cuenta las diferencias y buscando un equilibrio entre el bien y el mal, sabiendo que ambos son parte de la complejidad de la vida.
Mi mente divaga entre mis profundos pensamientos hallando calma entre el discreto mar de soledad. Aunque, se ve perturbado por un objeto extraño que reclama mi atención por completo. Frunzo el ceño tratando de encontrarle una forma conocida, mis ojos lo enfocan con interés y algo de temor.
