Capítulo 10

122 71 5
                                    

| DELIBERACIÓN PELIGROSA |

Robert Meyer, un hombre de estatura baja, robusto, con su cabeza a medio llenar por cabellos rubios canosos, espesa barba y ojos café; sencillamente repugnante, no solo por su terrible olor a tabaco y alcohol, sino por su espíritu codicioso y depr...

Oops! Questa immagine non segue le nostre linee guida sui contenuti. Per continuare la pubblicazione, provare a rimuoverlo o caricare un altro.

Robert Meyer, un hombre de estatura baja, robusto, con su cabeza a medio llenar por cabellos rubios canosos, espesa barba y ojos café; sencillamente repugnante, no solo por su terrible olor a tabaco y alcohol, sino por su espíritu codicioso y depravado. Todo lo contrario a su esposa, una mujer sumisa y abatida por los años, con un peso interminable sobre su par de esferas celestes baldías y sin esperanza, por la terrible desgracia que la ahoga, la muerte de su única hija.

No hizo falta estar mucho tiempo, para darme cuenta de la clase de vida que debió llevar Mikaela Meyer, siendo una adolescente rebelde procurando escapar de las garras de su padre, y de una madre que en silencio complacía en todo a su esposo, cuidando de una hija que sufría más por su unión que, por una posible separación.

Es increíble como el amor ciega, subyuga y enferma, al punto de olvidar el valor propio y la esencia misma de la vida. Quizás por ello, mis padres prefirieron no profesarlo, evitando caer en sus redes... Pero, ¿Quién podría escapar de él? La respuesta es simple, nadie, está en todas partes, por amor se sufre, se llora, se mata, se ilusiona, y también se ríe, se es feliz, porque no todo amor es malo ni perverso. Existe una fina línea entre el amor y la obsesión, que divide perfectamente la ecuación en partes que es confuso entender para alguien que nunca ha amado una pareja.

Tal vez un día conozca tal sentimiento y pueda discernir esa clase de devoción.

Camino unos cuantos metros hasta la camioneta, queriendo abandonar lo más pronto posible la casa victoriana cubierta de blanca pintura, que un día fue el hogar de aquella lamentable joven. Dejando atrás una madre desconsolada, muerta en vida por tanto sufrimiento, y un padre que, hasta el último suspiro de su hija, reprocho su ingratitud, culpandola de su propia muerte, cuando las acciones de él, no fueron las mejores para evitar el trágico desenlace.

El motor ruge con violencia al ser encendido bruscamente, necesito ver su cuerpo, que me diga la verdad, si son correctas las suposiciones de Kadarja o si acaso es una víctima más, de un psicópata que paulatinamente, va perfeccionando sus técnicas.

No demoró en llegar a la morgue, un lugar lúgubre en el que todos estaremos algún día. A paso rápido me dirijo por el estrecho pasillo que me da la bienvenida, donde me cruzo con el forense que hace unas horas realizó el levantamiento del cadáver.

—Detective Bourne— me presente mostrando mi placa —Estoy a cargo del homicidio de la señorita Mikaela Meyer, si me permite, requiero ver el cuerpo – espeté serio, esperando que acatara la orden.

—Claro que sí Detective, sígame – respondió el hombre de mediana estatura, con grandes lentes y bata blanca, que me recordaba a cierta psiquiatra.

Reanudé mis pasos tras de él hasta la fría habitación, al entrar pude observar las diferentes gavetas enumeradas con cuerpos almacenados en ellas, aquí definitivamente dejaban de ser personas. El hombre abrió una de ellas, dejando al descubierto los restos de la chica cubiertos por una fina tela, la número quince era ahora su morada.

Enigma De SangreDove le storie prendono vita. Scoprilo ora