Capítulo 15

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| ROCE ETERNO|

El doctor finaliza de vendar mi torso, mientras Azriel se encuentra observando algún punto del pulcro suelo con el ceño fruncido y los brazos cruzados, recargado en la pared frente a mí

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El doctor finaliza de vendar mi torso, mientras Azriel se encuentra observando algún punto del pulcro suelo con el ceño fruncido y los brazos cruzados, recargado en la pared frente a mí.

Antes no lo noté, pero ahora puedo ver las manchas oscuras bajo sus ojos, una barba ligeramente descuidada y su cabello desordenado como si hubiera pasado sus manos por él una y otra vez. Su cuerpo grita la angustia y la impotencia que debió pasar a causa de mi desaparición. Y yo quisiera haber podido evitar esto, evitar mis dos costillas fracturadas, los golpes y sedante que me llevaron a este estado. Sin embargo, debo afrontar la realidad y lo que me espera, que sinceramente no sé qué será. Al menos agradezco el hecho de que mi familia no se haya enterado de nada aún y tampoco quiero que lo hagan, porque en el fondo no quiero regresar a mi país, a mi hogar.

Ahora siento que este es mi lugar, el que sin saberlo estuve buscando, por mucho que lo acontecido me haya asustado y abrumado. No quiero dejar a Azriel y mucho menos aun sabiendo que quien me hizo esto, está tranquilo en algún punto de Berat esperando paciente para hacer más daño.

—Listo señorita, recuerde guardar reposo por seis semanas, sin ningún tipo de esfuerzo físico que pueda alterar o lastimar el proceso de recuperación de las costillas. Aquí está la receta de los medicamentos que debe tomar cada ocho horas.

La voz delicada y ronca del doctor llamó nuevamente mi atención junto con la hoja en sus manos que esperaba que recibiera y que de inmediato cogí despejando por completo mis pensamientos.

—Si siente dolor fuera de lo normal, no dude en regresar. Con permiso — asentí devolviéndole la sonrisa amable que me regaló, para luego salir de la habitación, dejando todo en completo silencio, otra vez.

Al escuchar el sonido de la puerta cerrarse, Bourne pareció reaccionar por fin levantando la vista hacia mí con esa mirada intensa que me ponía nerviosa. Sus ojos me escaneaban como tratando de cerciorarse de que realmente me encontraba a salvo frente a él.

Ninguno pronunció palabra alguna dentro de esos segundos eternos en los que nuestros ojos se debatían en busca de calma entre tanta tormenta, transmitiendo lo que de los labios no salía. Hasta que sus pasos se dirigieron lentamente hacia la camilla donde me encontraba sentada, acortando la distancia que parecía separarnos como un abismo y al mismo tiempo unirnos en una sola alma, en un solo suspiro.

Su mano me sorprendió rozando con delicadeza mi mentón, al mismo tiempo que su respiración se fue mezclando con la mía, y sin objeción unió la frescura de su aliento con el mío. Sus labios se movían suavemente, permitiendome saborear su dulzura, su textura blanda y carnosa por lo que parecieron instantes perpetuos de gloria.

Era la primera vez que podía besarlo en todo el sentido de la palabra y no estaba de más decir que fue algo tan puro, lleno de tantos sentimientos ocultos y reprimidos, porque a pesar de la evidente atracción y cariño entre nosotros. Nunca habíamos tenido la posibilidad de expresarlo de esa manera y apenas entendía el por qué, él era la compañía sagrada de mi espíritu.

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