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"Expulsada"
Esa palabra se repetía una y otra vez en la mente de la pequeña Rhea que jugaba con sus pies balanceándolos en el aire mientras comía una galleta en el mismo vacío banco donde había despedido a Percy hace unas horas.
La única diferencia era que ella si esperaba a su mamá allí, lo que lo hacía mil veces peor.
Rhea jamás y nunca había sido violenta con alguien, no sabía por qué había reaccionado tan agresiva y eso le aterraba, no por haberle roto el tabique a Nancy hasta mandarla a la enfermería, sino porque el verdadero motivo que le asustaba era al saber que lo había disfrutado.
En lo más profundo de su ser, disfrutó vengarse por fin de la pelirroja que se burlaba de sus mejores amigos, incluso si fue expulsa del internado o si sabía que su madre le gritaría por comportarse mal, se sentía bien consigo misma.
Eso le aterraba.
—¿GG?—Preguntó la niña totalmente confundida cuando el pelinegro se posó frente a ella con una sonrisa mientras se acomodaba mejor su mochila—Gracias por venir a despedirte de mi pero... ¿Por qué parece como si te mudas conmigo?
El niño le mostró su blanca dentadura para quitarse la maleta de la espalda y sentarse junto ha ella.
Había sido un largo día, aunque debía admitir que Percy y Rhea le habían facilitado las cosas, no pudo haber salido mejor de lo que ya estaba planeando desde que pasó todo con la furia en el museo.
—Bueno, nos han expulsado a los dos... a los tres—Se corrigió al instante cuando visualizó como las clases orbes de su mejor amiga lo seguían analizando confundida—¿Qué?
—No lo entiendo... ¿Por qué te expulsarían? Es una injusticia, voy a ir ya mismo... no pueden hacerte eso—Se quejó levantándose de la silla para acomodar su vestido rosado y antes que pudiese dar otro paso más, un claxon sonó en el portón de la escuela.
Estaba muerta.
—¡Oh, GG! ¡Mejor mátame ahora mismo!—Dramatizó la niña colocándose una mano en la frente y otra en su pecho cuando vieron a una mujer bajando del auto que ahora comenzaba a caminar hacia ellos.
Grover soltó una carcajada y se fijó en la hermosa y pálida castaña de ojos azules, pecas, buen cuerpo y alta que Rhea tenía el privilegio de llamar madre.
Nuevamente, él estaba dudando sobre el origen de su amiga porque estaba seguro que la madre parecía la personificación perfecta de Afrodita, ahora entendía a Percy cuando decía que Rhea era la niña más bella que había visto... era cuestión de genética, solo hacía falta ver a la madre para saberlo.
—¡Mami...juro que no...—Trató de decir la niña pero simplemente no pudo terminar su frase cuando sintió como los maternales brazos de su adorada madre la rodeaban con necesidad.
