Sé perfectamente que no tendré que soportarla cuando nuestros amigos regresen, ya que se convertirá en su problema, pero hasta entonces, Leo y yo tenemos que soportar sus contantes mandatos y fingir que estamos de acuerdo.

—El altar de los Dioses muévanlo— oí que demandaba a lo lejos—las mesas, no me gustan aquí, muévanlas hacia esa zona—añadió.

—No creo que Fredrik esté de acuerdo— comenté mientras me acercaba, tratando de impedir que los pueblerinos que nos ayudaban movieran las cosas que ya habíamos elegido previamente.

—Esto no es cosa de Fredrik, él como líder debe buscar la perfección y esperar la aprobación de los Dioses—me respondía—además estos temas son netamente de la futura esposa, ¿dónde dices que se encuentra?

—Ha ido con él—respondí.

—¿Ambos están viviendo juntos? ¿Qué hay de la tradición? —me cuestionaba, como si fuese mi culpa que estuvieran juntos.

—La tradición no impide que vivan juntos—comentó Leo, haciendo aparición detrás de mí para brindarme ayuda.

—Pero ¿cómo sabremos que están siguiendo las reglas? —lo cuestionaba.

—Hay más gente con ellos—le recordaba Leo.

—Igualmente, la futura esposa de mi hijo debería estar aquí, hay muchas cosas que debe cambiar y que no son dignas de un líder—nos decía, queriendo iniciar una nueva discusión.

Como nosotros no queríamos discutir, preferimos alejarnos sin saber que eso causaría un nuevo problema que decidimos dejar de lado, incluso le avisamos a todos que podían regresar a sus casas como un método de ignorar a dicha señora.

Era temprano, aún no anochecía y aún faltaban un par de horas, pero preferimos invertir nuestro tiempo en algo externo a la boda, incluso Leo y yo planeábamos cenar con varios de los habitantes.

Todo marchaba bien, estábamos hablando sobre la diferencia de culturas que teníamos y ellos me preguntaban sobre las bodas de mi pueblo, por lo mismo, estaba siendo el centro de atención debido a mis relatos, sin embargo, apareció la madre del líder nuevamente y la situación se volvió más tensa.

—Ya estoy cansado de esta señora— dije con frustración, detesto la forma en la que me mira.

—Tranquilo, mi amor, estoy seguro de que pronto se irá— me trataba de animar, mientras en el proceso, se acercaba a mis labios y me besaba dulcemente.

—Te amo...—susurré sobre sus labios, antes de atrapar sus labios nuevamente.

Estábamos besándonos apasionadamente, hasta que la señora comenzó a chillar que estábamos incumpliendo las reglas.

—No está prohibido besarnos— le decía Leo un poco más enfadado.

—Eso no es adecuado, no en un sitio donde estamos todos reunidos para comer— nos aseguraba indignada.

—No veo el problema— comentaron varias personas.

—Es denigrante, además hay niños, deberían cuidar de no fomentar esa clase de muestras, en ustedes no está bien— nos aseguraba, dejando ver el verdadero problema de su actitud.

—¿En nosotros? —pregunté viéndola con enfado.

—Eso no es algo que nosotros compartamos, no es digno de...

—No puede hablar por el resto— comentó uno de los pueblerinos— nosotros no estamos en contra de los Dioses y bien debe saber que los Dioses no lo desaprueban, es amor en su más grande esplendor.

El cocinero del capitánWhere stories live. Discover now