Capítulo 31.

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... Ma Belle ...

Me desperté revolviéndome entre las sábanas, y las mejillas dolidas de tanto sonreír en sueños. Era la primera vez en semanas que lograba descansar profundamente...

Pero entonces, un aroma peculiar me hizo abrir los ojos. Miré a los costados, Nick no estaba, y por un momento sentí que se me cerraba el pecho.

Me enderecé limpiándome la cara, temía que todo hubiese sido un sueño... Y que él en realidad nunca volvió por mí. Me levanté en su búsqueda viendo todo dar vueltas a mi alrededor. Allí lo vi, amasando, con el ceño fruncido, poniendo todo su empeño en cocinar. Sonreí instantáneamente, sus lentes estaban por caerse y su piel brillaba de sudor.

— Bonjour, belle. — Dice entonces sin girarse. Sus manos continuaban en la masa. — Pensé que despertarías más tarde. Quería que esto fuera una sorpresa.

La sangre se acumuló violentamente en mis mejillas mientras un escalofrío recorrió mi espalda. Lo había escuchado hablar francés antes, por supuesto. Pero ese acento, la dulzura en su tono y el idioma provocaba que mis rodillas se volvieran débiles.

— Buenos días... — Saludé acercándome intentando recuperar mi aliento. — Me asusté al despertarme y no verte. — Le confesé colocándome a su lado.

Nick me miró con una sonrisa apenada.

— No te preocupes, aquí estoy. — Colocó un tierno beso en mi mejilla.

Mi corazón estaba desbocado.

— ¿Y qué es todo esto? — Pregunté sonriente mirando todos los ingredientes sobre la mesa.

Él estampó su mano contra mis ojos, cubriéndome la vista.

— ¡No veas! C'est le petit-déjeuner... — Protestó.

Yo comencé a reírme y a reprochar la harina en mis ojos.

— ¿¡Y eso qué significa!? — Repliqué intentando liberar mis ojos.

— Es lo que vamos a desayunar, pero no quiero que lo veas aún. — Explicó riéndose junto a mí. — Ve al sillón anda, que en unos minutos voy.

Liberó mis ojos, pero con un veloz movimiento sus manos pararon en mi cintura y me dio media vuelta hacia la sala.
Fui caminando obedientemente, limpiándome la harina de la ropa y cara. Seguía largando carcajadas como loca. Me senté en el sillón para acariciar a Timbó con tranquilidad. Recuerdo entonces que en la tarde debía ir a mi sesión con Faith, moría de ganas de hablar con ella y contarle todo lo que había sucedido.
Necesitaba procesar el hecho de tenerlo a metros de mí, preparándome mi desayuno, parecía irreal. Lograr que me escuchara, que llorara conmigo y luego durmiéramos juntos. Era todo lo que necesitaba... Aunque tenerme que adaptar a una amistad fue lo más difícil.

Tener que retener mis ganas de tocarlo, besarlo, acariciarlo... Y dios mío, de arrancarle la ropa cada vez que me decía algo en su idioma natal. Lo necesitaba con locura, dejar salir todo lo que sentía por él, quizá así no volvería a marcharse.

Porque ¿Qué iba a ser de nosotros una vez él volviera a Francia? ¿Volveríamos a los mensajes y fotos? ¿Sería lo mismo luego de todo esto?

— ¿En qué piensas? — Interrumpió mis pensamientos colocando una bandeja en la mesa ratona.

Dos tazas de café, vasos con jugo de naranja y dos enormes panes.

Me enamoré, definitivamente me enamoré de él.

Me llevé ambas manos a la boca. — Esto es bellísimo, Nick.

Observé los detalles, había una flor violeta en la bandeja y bombones con forma de corazón. Se pasó de romántico.

Con tu AusenciaWhere stories live. Discover now