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Debido al tamaño y peso de su mochila, la aerolínea la dejó subir con ella al avión.

Quedaban cinco minuntos para abordar, estaba haciendo la fila impaciente, quería irse lo antes posible ya que creía ilusamente que dejando ese lugar, su amor por Kurapika se quedaría ahí y la dejaría avanzar.

A pesar de su genuino odio hacia él, seguía fantaseando que él llegaba a buscarla como en una película, y para colmo ella sabía que si él le pedía quedarse, lo haría sin pensarlo dos veces.

me aburrié mucho en el avión... — pensó al no tener un teléfono, un libro o un simple cuaderno y un lápiz para soltar su mano y dibujar cualquier cosa.

— ¡Elena! — un grito la sacó de sus pensamientos, a pesar de que su nuevo nombre era relativamente común (al menos más común que Edén) volteó a ver de quién provenía ese llamado.

— Catriel... — el pobre chico corría desesperado, con una bolsa de papel color café en una de sus manos, sus castaños cabellos revoloteaban en su rostro — Elena...

Cuando llegó a su altura, nadie de la fila se atrevió a quejarse de él, al ver su uniforme de marino supieron que cualquier queja que recibiera el chico (y si andaba de malas) podía denunciar a cada uno por faltarle el respeto a un cuerpo de seguridad.

— perdóname por venir, yo necesitaba verte una vez más — estaba rojo, pero por la agitación, la chica sonrió, movió su cabeza un poco hacia atrás para ver el rostro agotado del muchacho.

— no te disculpes ¿quién te dijo que estaba acá?

— la dermatóloga del hospital es muy amable ¿no crees? — ella sonrió al entender que la dermatóloga le había indicado a Catriel donde estaba.

— te traje esto — reaccionó de un extraño trance en el que estaba contando cuantas pestañas tenía en su ojo izquierdo, le entregó la bolsa con suavidad — son cosas livianas, no te dirán nada por llevarlas al avión.

— no puede ser... — a penas abrió la bolsa, a simple vista se dejó ver un bloc de dibujo, hojas de tamaño A5 encuadernadas, un set de pinceles, pinturas acrílicas, al óleo y lápices de carbón, además de un muffin envuelto en una bolsa transparente.

Iba a llorar, se dio cuenta que no podía matar del todo a Edén, después de todo era ella, su escencia.

La chica que dibuja, que pinta, que expresa sus emociones con unos pinceles.

— no puedo... Catriel — vio al chico con sus ojos cristalizados por las lágrimas, brillaban firmemente y las gotas de agua caían como cascadas, el chico no supo que hacer, no imaginó que algo así iba a gustarle de esa manera.

Entre risas algo nerviosas quitó las lágrimas que yacían en las mejillas ajenas con sus manos, a pesar de verla así de conmocionada, encontraba sumamente adorable verla derramar lágrimas. Sus ojos y sus labios lo endulzaban como el azúcar.

— para que no te aburras tanto en el viaje... — le susurró — piensas en todo, Catriel te voy a extrañar tanto...

Dio el primer paso, dejó la bolsa en el suelo y puso sus pies en punta para abrazar al chico por el cuello, este soltó un suspiro por la sorpresa de sentir su calor rodear su zona superior, sus fantasías se estaban cumpliendo.

Anhelaba un abrazo de ella.

Sin dudarlo la abrazó por la cintura, y por un impulso la levantó en esa misma posición, ambos se largaron a reír. Ella movía los pies en el aire con sumo entusiasmo, dejandose tomar por aquel chico que le demostraba que el amor podía seguir existiendo.

Tragedia de la Libertad (Kurapika | Lectora)Tempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang