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La habitación de los guardaespaldas de la familia Nostrade tenían la características de ser similares y lujosos, el cuarto de Kurapika era amplio, con buena iluminación, las paredes de color blanco contrastaban con el dorado del los ropajes de la cama de dos plazas, el suelo aterciopelado era suave ante cualquier tacto y el armario era lo suficientemente grande para guardar toda la ropa que traía Kurapika en su bolso.

Sacó del bolso un traje negro perfectamente doblado y lo guardó con sumo cuidado, recordó las palabras de Nostrade cuando se lo entregó.

puedo comprender por qué usas esos ropajes, pero esta vez necesito que uses este traje, es una forma estratégica de confundir a quienes quieran destruirnos, o por el contrario, generará miedo, ya que todos los demás guardias tienen la misma misión de llevar ropa negra y elegante para diferenciarlos de los demás.

está bien — respondió Kurapika, aún cuando pensaba que lo que acababa de decir no tenía lógica alguna, no quería despojarse de su ropa, pero era una orden y debía acatarla.

El rubio soltó un suspiro con pesadez, cerrando la puerta del armario—- en un rato más me pondré el traje, primero necesito tomar aire.

A estas alturas el barco ya había zarpado, la sensación de estar sobre un barco de este calibre no se comparaba al que se subió anteriormente para llegar a la prueba del cazador, sentía como si no estuviese en movimiento, como si todo a su alrededor estuviese en pausa.

Guardó la tarjeta que daba la entrada a su cuarto y llevó su teléfono por si ocurría alguna emergencia. Lo observó por encima y vio mensajes de sus amigos, específicamente Gon, Leorio y Killua, deseándole un buen viaje que si necesitaba ayuda no dudara en pedirles.

A pesar de que eran amigos, Kurapika no iba a llamarlos, sentía que eso solo desviaría su principal misión, la única razón de su existencia, vengar a todos quienes formaban parte de ella y le daban sentido a seguir respirando, mientras no lograra su objetivo, no se permitiría distraerse con cosas carnales, además, no quería ponerles en peligro. Sin embargo no pudo evitar sonreir al recordar aquellos momentos en los que reía junto a Gon, discutía con Leorio o comía chocorobots con Killua.

Cerró la puerta tras de sí y caminó hacia la escalera, para salir del pasillo en el que estaban todas las habitaciones de la familia y sus guardaespaldas.

Estas estaban en el primer piso del barco, allí estaban las habitaciones más costosas ya que poseían cercanía con la piscina que estaba ubicada en la parte izquierda del barco y el pequeño bar que abría durante las noches.

Eran las 3 de la tarde pero el sol se escondía entre las nubes como si tuviese vergüenza de salir, la brisa marina chocaba contra el rostro de Kurapika y su cabello se volvía cada vez más húmedo debido a la sal que se impregnaba en éste. Mientras caminaba a la punta del barco respiró con fuerza, como si estuviese aspirando aire puro que limpiaba sus pulmones.

Se apoyó en la barra de fierro que impedía que alguien cayese al mar por accidente, observó hacia abajo para ver cómo se movían las olas al compas del barco.

Nuevamente aquellos recuerdos que lo atormentaban día a día volvieron, reflejaron aquel día en el que lo perdió todo, donde vio a Pairo, su madre, sus amigos muertos, desangrados y sin sus ojos, su respiración se agitaba cada vez que el recuerdo avanzaba, como una película de terror — no debo... debo dejar de recordar esto — dijo en un susurro en búsqueda de una forma de calmar su ira.

Los ojos escarlata estaban saliendo, su respiración se agitaba, recordó cuando mató a Uvogin, cuando finalmente una araña cayó, pero no fue suficiente, necesitaba verlas a todas muertas, necesitaba matarlas él mismo, exterminarlas como si de una plaga se tratase.

Tragedia de la Libertad (Kurapika | Lectora)Where stories live. Discover now