Entre el Amor y el Poder- SEHO {Terminada}

XV

  Al final, llegaron a tiempo para ver a las gemelas en el picadero, dando vueltas sobre sendos ponis mansos, cada una acompañada de un mozo. Aunque ambas estaban disfrutando del paseo, cada una montaba a su manera. YuJin no paraba de hablar compartiendo todos sus pensamientos, mientras que Kazuha se mostraba más reservada y montaba con más estilo.

No tardaría mucho en acabar la primera clase de las gemelas, por lo que SeHun se concentró en el chico que tenía a su lado y en todo lo que había ocurrido en las últimas doce horas.

Desde que había descubierto la facilidad con el que JunMyeon se excitaba, se había aprovechado de ardiente respuesta y le había hecho el amor con una pasión feroz. El deseo que sentía por JunMyeon estaba a punto de volverse incontrolable. No dejaba de repetirse que se debía a la novedad de hacerle el amor a JunMyeon, pero lo cierto era que su ardor no se calmaba. Incluso en aquel momento, mientras JunMyeon sonreía observando los avances de las pequeñas, sentía que la sangre le ardía en las venas.

Le sorprendía cómo se había olvidado de todas sus citas para pasar un tiempo a solas con JunMyeon, en su suite. Lo mismo le había pasado con LuHan. Se había distraído y obsesionado.

Claro que su relación no había hecho más que empezar. Estaban en ese momento en que todo resultaba fascinante y novedoso. La pasión se consumiría y podían caer en la monotonía. Pero incluso al considerar esa posibilidad, enseguida la rechazó. Además de guapo, JunMyeon era inteligente y atento. No se había equivocado al considerarlo perfecto, pero había subestimado lo impecable que podía llegar a ser.

—¿SeHun? —dijo JunMyeon, sacándolo de sus pensamientos—. Les estaba explicando a YuJin y Kazuha que no podemos cenar con ellas esta noche.

—Porque tenemos que...

SeHun no tenía ni idea qué tenían programado para esa noche.

—Que ir al ballet. —concluyó JunMyeon.

—Eso es.

—Pero quizá podríamos ir a leerles un cuento antes de irnos. —oferto JunMyeon.

—Por supuesto.

Las niñas gritaron de alegría.

—Creo que es hora de que volvamos al palacio. —añadió JunMyeon, sacudiendo la cabeza mientras las niñas empezaban a protestar.

—Bueno, su padre tiene que trabajar.

SeHun estaba impresionado de lo bien que JunMyeon manejaba a las pequeñas. Las gemelas eran adorables, pero no paraban quietas. LuHan parecía haber hecho un buen trabajo combinando disciplina y cariño, puesto que obedecían bien y no daban muestras del temperamento al que su madre lo tenía acostumbrado. A pesar de que habían perdido a su madre hacía poco, se estaban adaptando muy bien a la vida en el palacio.

Después de dejar a las gemelas al cuidado de dos jóvenes doncellas, SeHun acompañó a JunMyeon a su reunión con la planificadora de bodas y se despidió de JunMyeon con un beso en la mejilla. Le quedaban quince minutos antes de su primera reunión del día y fue a buscar a Chanyeol.

Su hermano no estaba en el palacio. Tenía una oficina en la ciudad, puesto que prefería trabajar sin distracciones. SeHun sospechaba que prefería trabajar lejos de sus padres. Tercero en la línea de sucesión al trono, Chanyeol siempre había disfrutado de su libertad. También lo había hecho Kai, que ni siquiera vivía en Seúl. Se había educado en Estados Unidos y vivía en Busan.

SeHun los envidiaba, aunque no se cambiaría por ellos. Había nacido para gobernar y nunca había deseado hacer otra cosa. Pero ser rey tenía un precio. Se debía a la gente de Seúl y tenía que hacer lo mejor para el país, aunque eso significara dejar a un lado sus propios deseos. Romper su relación con Seúl era uno de los muchos sacrificios que había hecho por su país, pero había sido el más duro y doloroso.

Por eso se iba a casar con un esposo al que admiraba en vez de amarlo. Aunque lo que había pasado la noche anterior y aquella misma mañana era la prueba de que la vida junto a JunMyeon no tenía por qué ser difícil.

Sonriendo, SeHun se dirigió al despacho de su padre, adonde habían quedado con el ministro de Energía para una reunión. 

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Hay caps cortos y largos porque no quiero matar la magia