Capítulo 14.

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NARRA RUBÉN.

-¿Somos... somos algo?

No me esperaba esa pregunta, pues creí que ya lo teníamos bastante en claro. ¿Los besos y cariños no significaban nada? Por mi parte no había nada que ocultar acerca de lo nuestro, yo la consideraba como mi novia. Fin.

-¿Tú qué crees?

-Te he preguntado yo primero.

-Pero ahora te lo pregunto yo, Lee, ¿tú crees que somos algo? - le encaro, tal vez sonando más brusco de lo que quería.

No me molesta que nos hayamos reencontrado hace menos de cinco días. Quiero que estemos juntos, con Noah, ya he aceptado la realidad y me gustaría integrarla a mi vida diaria a partir de hoy. Siempre dije que la única madre de mis hijos sería LeeA... y no me he equivocado.

-Pues, esa era mi duda... Somos adultos, Rubén. Las cosas son diferentes.

-Lo sé, pero ya he decidido lo que quiero.

-¿Y qué es lo que quieres? - pregunta.

Suspiro.

-A ti.

LeeA parpadea.

-Y a Noah por supuesto - corrijo. Ella se ríe.

-Ya, entonces me queda más que claro tu posición.

Sonrío y decido abrazarla. Aspiro el delicioso aroma de su pelo, dulce y suave. Le beso la cabeza y apoyo mi mentón en ella. Me gustaría tener más tiempo así con ella, pero ambos tenemos compromisos molestos. Decido romper el abrazo, no sin antes darle un pequeño beso en la nariz.

-Creo que Noah se molestará si no nos vamos ya - me río.

-Claro, ¡que se diviertan! - exclama alegre y se suelta de mis manos.

Me alejo un par de pasos de ella, encaminándome hacia el coche. Pero me volteo unos segundos para hablarle y dejarle en claro una cosa.

-Ten por seguro que sí somos algo.

La veo sonreír y yo le mando un beso con mi mano.

Qué cursi me he vuelto.

Una bocina suena detrás nuestra y yo me volteo.

-¡Oye enamorado! ¡Tengo un niño que se está cabreando aquí! - grita Cheeto desde la ventanilla.

Ruedo los ojos, pero sonrío.

-Tranquilo tío, tú también fuiste niño alguna vez.

-¡Que sí! ¡Pero yo me comportaba mejor! - se queja —¡Tú! - señala a Noah —Ponte el cinturón.

—¡Pero está roto!

—No me interesa — responde —¡Y tú! - me señala —Sube al coche.

—Ya voy, ya voy - digo y rodeo el vehículo. Ellos seguían discutiendo.

-Quieto, mocoso.

-¡Pero tu coche es incómodo! — se defiende Noah.

—Calmate Noah, sé que es incómodo, pero son solo veinte minutos de viaje — le digo y me abrocho el cinturón.

—Lo sé - suspira —Mamá me obliga a abrocharmelo también.

—Entonces hazlo, mocoso — habla Cheeto.

—Uno: no me llamo mocoso, dos: no eres mi madre, tres: arranca el puto coche.

El comentario de Noah me hace estallar en risas, viendo como mi amigo de pelo rizado frunce su ceño, estupefacto.

Un año para recordar. (Rubius)Where stories live. Discover now