Capítulo 11.

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-Ma.

-...

-Mami...

-Mmm.

-Mamá...

-Déjame...

-¡Mamá!

El grito repentino hace que me caiga de la cama.

Auch.

-¿Qué pasa Noah? - me apoyo en el borde de la cama, con un ligero enfado -¿Qué haces en mi habitación? - bostezo y me estiro.

Noah abre la boca sorprendido.

-¡Llego tarde!

Mis ojos se abren y me doy cuenta del desastre en el que me encuentro.

Noah lleva puesto su uniforme y carga en su hombro la pequeña mochila, y tiene una tostada en la mano. Despabilada cojo mi móvil de la mesita de noche.

Las nueve y cuarto.

¡ES TARDÍSIMO!

¡JODER!

-¡Corre!- grito y me meto en el baño de la habitación, Noah corre a terminar su desayuno.

Me ducho y visto en tiempo récord y salimos corriendo hacia nuestros destinos.

-Hoy te vendré a buscar yo - le digo mientras estaciono el coche frente a la escuela.

Miro mi móvil, las 9:27.

Tres minutos.

-Vale - dice y cierra la puerta del coche, camina hacia la puerta de entrada pero se voltea con el ceño fruncido y me mira -¿Quién era el hombre de ayer?

¿Hombre?

-¿Quién?

-Pues... el que se parecía a mi...

-¿Qué...? - reaccione en un segundo -¡Rubén! - Noah se asusta ante mi grito -Lo siento. Él es... Emmm... - ¿le digo o no le digo? -Es tu... ¿Sabes? Es mejor lo hablamos después de la escuela.

-¿Lo prometes?

-Lo prometo.

-Vale. Adiós ma, te quiero - sonríe y se adentra en la escuela.

-Yo muchísimo más.

Suspiro y me pongo en marcha hacia la oficina.

Durante todo el día no dejado de pensar en lo sucedido en la noche anterior. Sonrío como estúpida al darme cuenta que esto realmente estaba pasando. ¡Y de buena manera!

Bostezo por décima cuarta vez en el día. No he dormido nada y se supone que tengo que hacer reposo por el golpe en la cabeza. De vez en cuando, si hago algún movimiento brusco, me duele, pero no tanto como para faltar un día al trabajo. Prefiero mil veces estar en esta oficina que estar sola y aburrirme en casa. Pero hoy es al revés, no tengo a Nat para tener esas típicas charlas-chismes que tenemos.

La extraño, joder.

Sacudo la cabeza y me dispongo a trabajar.

(...)

Mientras terminaba de fichar unos papeles, siento la vibración de mi móvil en mi escritorio. Revuelvo el papelerío y entre papeles lo encuentro.

Mi respiración se apaga cuando leo de quien se trata, y una sonrisa nerviosa se curva en mis labios.

Es él.

¿Debería contestar? ¿Qué pasará si lo hago?

La pregunta es qué pasaría si no lo haces...

Un año para recordar. (Rubius)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora