Capítulo 43 «Corazón roto»

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Edward

Las palabras de la institutriz se repiten una y otra vez en mi cabeza

Asesinó a la esposa de Edward.

Asesinó a la esposa de Edward.

Después que Jane sale de mi vista, giro la cabeza hacia la condesa. Sus ojos están abiertos por el asombro, pero el miedo se apodera de ellos cuando la tomo por el cuello y golpeo su cabeza contra la pared.

—¿Cómo pudo? —pregunto con los dientes apretados mientras mi vista comienza a nublarse—. ¿Cómo pudo hacerle eso a ella?

—Edward... yo... yo —la falta de aire a penas le deja hablar.

—Era su pupila, condesa —aprieto más mi agarre y ella da un leve salto en su lugar. Abre la boca para tomar un poco de aire y golpea mi brazo con su avejentada mano.

—No... puedo... respirar.

—Usted no merece ni siquiera eso —murmuro cerca de su rostro y la dejo ir por clemencia. Arrastra su cuerpo por la pared y escucho como tose desde el suelo.

—Edward...

—Ahora no, Rose —dictamino, sin dejar de mirar a la condesa y me agacho hasta quedar a la misma altura—. ¿Mató a mi mujer y tuvo el descaro de ponerme límites e incluso un ultimátum para casarme con Rose? Su hipocresía me sorprende en demasía, condesa Victoria.

—Edward.... muchacho...

—Jamás en su vida vuelva a acercarse a mí o a mi familia. —El ardor comienza a molestarme los ojos

—Edward...

—Dije que ahora no, Rose —contesto furioso mientras me levanto y mis ojos chocan con ella.

Debo apartar la vista cuando la veo envuelta en la sábana blanca, recordándome lo que había hecho bajo los efectos del alcohol.

—Pero, nosotros...

—Toma tus pertenencias y ve a la mansión en cuanto puedas. Nos casamos en octubre —ordeno y tomo una larga bocanada.

—¿De verdad? —inquiere con dudas y asiento.

Salgo de la casa de la condesa lo más rápido que puedo. Agarro el primer caballo que encuentro y cabalgo hasta la mansión.

En el trayecto, me dejo llevar por los sentimientos y lloro. La tristeza comprime mi pecho al recordar a mi esposa exhalando su último aliento. Grito hacia la oscuridad de la noche hasta que la garganta me escuece por la rabia recorriendo mi cuerpo cuando a mi mente llegan las imágenes de Jane besando al desgraciado del Regente. La culpa comienza a hacer heridas en mi interior cuando pienso en Rose envuelta en la sábana.

¿Cómo pude ser tan ciego? ¿Cómo voy a mirar ahora a mi hija y decirle los intensos cambios que vienen a su vida? ¿Cómo explicarle que la institutriz no va a estar y su lugar será tomado por Rose? ¿Cómo decirle a mi corazón que...?

Detengo el caballo y desciendo a tierra. Recuesto mi espalda al árbol más cercano y dejo que los sollozos quiebren mi pecho mientras un dolor punzante atraviesa mi sien.

Mi hija.

Alexia.

Sus rostros vienen a mi mente y colapso en llanto. No puedo soportarlo más. Golpeo mi pecho con el puño y caigo a tierra sobre mis rodillas. Las lágrimas recorren mi rostro y elevo mi cabeza hacia las estrellas que comienzan a desaparecer, anunciando que casi amanece.

—Lexie —murmuro para mí—. ¿Cómo voy a decirte, mi niña?

Subo a la grupa del caballo y cabalgo hasta la casa. Atravieso la puerta de la mansión y me detengo en la sala de estar. En un ataque de rabia, comienzo a destrozar todo. El reloj recién puesto y rasgo las cortinas nuevas que ella había comprado hace poco. Subo los escalones de dos en dos hasta llegar a la habitación de mi hija, pero me detengo en la puerta. Coloco mi frente en ella y continúo llorando desconsolado.

No sé en qué momento Chloe llegó y mucho menos recuerdo cómo terminé en el suelo rodeado por sus brazos. Lo único que tengo en mi mente son las palabras traición y dolor. ¿Lo peor? Vienen de dos personas que apreciaba.

—Edward, muchacho, tranquilízate —murmura ella pasando la mano por mi espalda—. ¡Arthur, apresúrate! —espeta con desespero mientras sigo llorando sin importarme el escozor en mi garganta.

Cubro mi boca para no despertar a Lexie y Chloe me atrae más hacia ella.

—Dios mío, Edward, debes tranquilizare. Llorar tanto puede hacerte mal.

—No... pue... puedo parar, Chloe. Duele mucho.

—Ten. Toma un poco de agua —incita separándome de su cuerpo mientras el mayordomo inclina el vaso a medida que trago el líquido que disipa un poco el dolor en mi garganta.

—Arthur, ayúdame a llevarlo a su habitación.

Me dejo llevar por ellos con cierta torpeza hasta que me dejar caer en la cama. Me hago un ovillo casi al instante y sigo sollozando.

—Edward...

—Déjenme solo —inquiero en susurros, pero lo suficientemente fuerte para que me escuchen.

—Pero...

—Por favor, Arthur, déjenme solo —ordeno una vez más y escucho como cierran la puerta.

Tomo una almohada y cubro mi boca por cada grito de dolor que sale de ella. De tanto llorar, me quedo dormido.

Al despertar, el dolor de cabeza hace aparición con mucha más fuerza y gruño por lo bajo. Me coloco boca arriba y dejo escapar un suspiro cargado de pesar, pero frunzo el ceño al escuchar una pelea en la planta baja.

Con torpeza salgo de la habitación y bajo las escaleras para encontrarme a Rose y Jane en un duelo de miradas en la sala de estar.


Final (Por Siempre II )Where stories live. Discover now